Imagino que con la resaca del Carnaval nadie estuvo pendiente de recordar que ayer 30 de marzo se conmemoró el Día Escolar de la Paz y la No Violencia, como se viene haciendo en el hemisferio sur desde 1964, pues antes se celebraba el 30 de enero para recordar la muerte de Mahatma Gandhi. La idea central de la conmemoración es sembrar valores en los alumnos con el propósito de crear hombres y mujeres que prefieran el diálogo antes que el golpe, la conciliación en lugar del grito o la ofensa, la unión del conglomerado estudiantil en lugar de la competencia. Todo eso junto es lo que se denomina enseñar para la paz.

No estaría llamando la atención sobre este asunto si no fuera porque puedo decir que, con base en la información que recibo en la consulta, no hay colegio en esta ciudad donde no haya matoneo, el ya tristemente famoso bullying que, además, se extiende a ciberacoso o escarnio digital a unos niveles que han provocado, incluso, que muchos de estos chicos y chicas presenten conductas autolesivas al punto de atentar contra sus vidas de muchas maneras. Conozco adolescentes que se cortan, se drogan o ingieren licor temprano, sabotean su rendimiento escolar, andan aislados, temerosos de que alguien pueda dañarles el día con un ataque individual o en grupos o, en último término, el suicidio.

No es fácil para un chico o chica tener que soportar que, a diario, uno o más compañeros del salón de clases se dediquen a dañar su autoestima, su seguridad, a ofenderlo, a decirles los peores epítetos que se les ocurran con el fin de dañarlo en su integridad psíquica o física, porque su fin es hacerle un daño a la víctima. Este tipo de chicos o chicas que hacen eso son unos “matones”, no hay un mejor término para definirlos, aunque en algunos colegios molesta que se les llame por ese nombre, en ocasiones hasta terminan criticando a la víctima y aparentando que no está pasando nada, con lo cual le refuerzan su condición de víctima y empoderan a los matones para que sigan haciéndolo.

Mientras estas organizaciones propenden porque en las escuelas se enseñe respeto, amor, justicia, libertad, paz, igualdad, tolerancia, lealtad, responsabilidad, honestidad, en los colegios no hay una real consciencia de enseñar esto con la misma intensidad y propósito de cómo se enseñan las otras materias, es la única manera de ser buenos educadores y de garantizar que los alumnos fueron “educados”, de lo contrario se les impartió un conocimiento académico y no humanístico.

Lo peor de todo es que este matoneo, aunque parezca increíble, produce en la víctima un serio trastorno de estrés postraumático que es para toda la vida y de lo que se trata en adelante es que los chicos puedan recibir un tratamiento psicoterapéutico que les permita meter en algún sitio eso que les pasó en donde puedan seguir con sus vidas a pesar de ese lunar emocional.

En los colegios debería implantarse también un sentido de justicia al sancionar a los matones con castigos ejemplares para que haya sentido de justicia.

haroldomartinez@hotmail.com