Hace mucho rato comprendí que, más allá de las definiciones religiosas, filosóficas, psicológicas, el espíritu no es otra cosa que la unión de todas las inteligencias puestas al servicio del ser humano para el disfrute de los sentidos. Desde entonces, alimento mi espíritu con las diversas manifestaciones de la cultura, que es lo que más me gusta por encima de cualquier otro placer.
Animado por un plantón que hicieron los teatreros el pasado 27 de marzo, Día Mundial del Teatro, en un viacrucis cultural por la apertura del Teatro Amira de la Rosa, decidí hacer mi propio plantón, pero no para protestar, eso no sirve de nada en este país, sino para remover el hipocampo, la estructura del cerebro donde se guardan las memorias, y estimular el sistema de recompensa, el encargado de hacernos sentir placer, con el fin de levitar frente al teatro en busca de todas aquellos recuerdos con los que alimenté mi espíritu.
Exposiciones de pintura, lectura de poemas, lanzamiento de libros, disquisiciones acerca de las variadas manifestaciones artísticas, los sonidos e imágenes de Barranquijazz, todo eso le reclamo a las paredes de este teatro donde me alimentaba con sus banquetes opíparos de arte y cultura de antaño, pero hoy lamentamos en esta hambruna de los sentidos ávidos de todas aquellas sensaciones que emanaban del numen divino de su teatralidad.
Desconozco las razones administrativas por las cuales “El Amira” se encuentra en estas condiciones inaceptables en una sociedad que se autocalifica de culta pero ha sido despojada del espacio más importante que debe tener una comunidad que se precie de tal título sin que haya una manifestación clara de rechazo a tal condición.
A esta sociedad le pregunto si no existe una salida diferente a las administrativas o políticas que no han podido solucionar algo tan delicado como es el apagón por varios años del faro cultural que nos iluminaba. Debe haber una forma de resolver este oscurantismo que se volvió crónico y con el cual convivimos en medio de una pasividad que nos acostumbró a que la manifestación cultural más importante de Barranquilla es el carnaval. Eso es deplorable.
Detrás de nosotros los que disfrutamos de las bondades culturales en el Teatro Amira de la Rosa, viene una niñez y una adolescencia a la que no tenemos nada que ofrecer en ese sentido para ayudarlos a formar como individuos capaces de entender que la cultura es todo lo que se necesita para crecer como seres humanos con una sensibilidad que prepare nuestros sentidos e inteligencias para disfrutar la belleza de una pintura, un poema o la armonía de unas notas musicales.