Llamo la atención nuevamente sobre la salud mental de niños y adolescentes en la ciudad por la abrumadora frecuencia de casos de depresión y ansiedad que consultan a diario y que aumentan sin que se vislumbre una estrategia para contenerlos. Estoy hablando de menores desde los primeros años de edad que son llevados a consulta por estos síntomas con unas ideas claras acerca de poder o desear morirse, por una infinidad de causas que empiezan en el hogar y en el colegio. Lo que me preocupa es la convicción con que los menores se expresan sobre el tema. Por nivel de desarrollo psicológico los seres humanos empezamos a tener conciencia de la irreversibilidad de la muerte desde los 8 años de edad, sin embargo, era tabú familiar y social sobre lo que no se hablaba hasta hace unos pocos años en que los menores se enfrentan a situaciones que los hacen pensar en algo tan dramático.

Es indudable que los medios de comunicación han logrado un efecto perjudicial en una gran número de niños y adolescentes porque ya en muchas tiras cómicas infantiles se habla de la muerte y de la posibilidad de quitarse la vida, así como se pueden encontrar muchas formas de matarse disponibles para cualquier edad, sólo basta con preguntarle a Google. Pero un punto crítico está en los hogares en los que se presenta desde el abuso sexual, pasando por el maltrato físico y psicológico a los menores, y también la violencia intrafamiliar que, en la mayoría de casos, es un padre que maltrata a la esposa y a los hijos.

El matoneo (bullying) se ha convertido en una de las mayores fuentes de remisión de niños y adolescentes quienes han sido matoneados por verdaderos delincuentes que no tienen ningún reparo en encerrar al mejor estudiante del salón en los baños para quitarles la tarea que ellos no han realizado y con serias amenazas, del tipo ponerle unos lapiceros en el cuello a manera de arma punzante.

Muchos padres son negadores de estas situaciones y no llevan a los hijos a consulta por psicología o psiquiatría porque para ellos es una vergüenza hacerlo por temor a ser responsabilizados de lo que ocurre con sus hijos, hasta cuando ocurre lo irreparable, que puede terminar con la muerte del menor.

Ayer, mi celebración del día internacional de la mujer fue atender a las primeras cinco pacientes entre 6 y 12 años abusadas sexualmente, como para que no me queden dudas de la necesidad de lanzar este grito desesperado con el fin de alertar a la comunidad de un fenómeno individual, familiar y social al que debemos prestar la mayor atención porque esos chicos serán quienes dirigirán la ciudad en pocos años.

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