Las salas de cine y teatros del mundo empiezan a cerrar sus puertas. Lo mismo los festivales, conciertos y galas. Paulatinamente se cierran colegios, museos, bares y restaurantes, forzando a la población a encontrar otros sistemas de comunicación, de educación, de trabajo y de entretenimiento, imponiendo la resignación, la sumisión y la paciencia, pero también la reflexión y la creatividad.
Pareciera que mientras los teatros cierran y dejamos de ser los espectadores pasivos, nos convertimos de repente, o poco a poco, en los protagonistas activos de un drama universal que lleva por nombre coronavirus, y creamos nuevas maneras de hablarnos, de saludarnos y de no tocarnos.
Nunca pensé que los libros de Saramago – Ensayo sobre la ceguera y Las intermitencias de la muerte – pudiesen llegar a tener la vigencia que han adquirido en estos momentos de vivencia pandémica.
En el primero, un hombre que se queda ciego en un semáforo, con una condición denominada “ceguera blanca”, da inicio a una epidemia que se propaga de forma fulminante, provocando el reclutamiento de los afectados en una localidad donde se tendrán que enfrentar a las reacciones mas primitivas del ser humano para poder sobrevivir.
En el segundo, el virus se refiere a la imposibilidad de morir, y mientras inicialmente la noticia provoca euforia total, cuando las personas se dan cuenta que lo que les espera es una eterna vejez, se viene el caos, la desilusión, y, por último, acudir por cualquier medio, legal o ilegal, a la muerte, para que vuelva a cumplir con su labor.
El escritor se plantea condiciones extremas como la que estamos viviendo en estos momentos, que nos llevan a filosofar sobre la condición humana. Y es que son situaciones como ésta las que nos sirven de espejo para reflejar el tipo de sociedad en que vivimos, la clase de individuo que somos, o el sistema político que nos dirige.
Por eso, en la película que protagonizamos, nos encontramos con escenarios de teatro del absurdo, donde un médico en un lugar del mundo se ve forzado a escoger si salvar a un anciano o a una joven, madre de dos pequeños, por insuficiencia de camas hospitalarias, mientras en otra parte los jóvenes llenan los bares porque no aceptan vivir a través de la experiencia de los demás.
En una escena alternativa vemos un trabajador que se expone con temor a la enfermedad porque su salario depende de su presencia física, mientras el inversionista piensa cuál acción de la bolsa le dará mas provecho en medio de la debacle económica. Mas adelante vemos a quien guarda la esperanza de que la ciencia encuentre una vacuna o un antídoto, mientras otro se refugia en las pociones mágicas de alguna deidad.
Y es así como esta representación de historias paralelas va poniendo en tela de juicio temas como el amor, la solidaridad y la ética mientras en últimas, todos esperamos el tan criticado final feliz de una producción hollywoodense.