No se asusten con el título, no he dejado de ser feminista y tampoco quiero replicar arquetipos patriarcales, ahora que tengo tu atención procedo a compartirte mi reflexión de esta semana. El título es en sí mismo duro, atropella hasta los tuétanos a hombres y mujeres, quisiera que solo fuera un título y pudieran decir que solo yo soy la prejuiciosa, pero por el contrario es una frase que presenta la radiografía del machismo, la misoginia y la deshumanización arraigada que padece la humanidad.

En este sentido, marca la gravedad de los imaginarios sociales basados en estereotipos de género, frases que se normalizan en las narrativas de nuestras comunidades, familias, escuelas, lugares de trabajo y espacios de ocio, por las cuales, somos llamadas “exageradas” las personas que hacemos una invitación al cambio de dichas narrativas y paradigmas machistas.

A propósito del día del – orgullo gay – y a la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad, he estado reflexionando respecto al arraigo de la violencia y microviolencia en nuestra historia y nuestro presente, nuestra vida está invadida de acciones que juzgan, señalan, mariquean, denigran, excluyen, pareciera un meme, pero es la realidad. Que debamos pasar 17 años callados si guardamos 1 minuto de silencio por cada víctima es – desgarrador – estremece el alma, me pregunto ¿Hasta cuándo el karma del conflicto en nuestras vidas?

Ya sé que estarán pensando que me desvíe del tema central que propongo en el título, pero no es así hoy escribo esta columna conmovida por las historias de discriminaciones que he leído en las redes sociales contra las personas que deciden vivirse – Queer, Transgénero, Gay, Lesbiana, Bisexual o como se quiera denominar, es que en realidad estamos humanamente involucionados y tecnológicamente “avanzados”, nos quedamos en una etapa instintiva donde desaprobamos lo que no se nos parece, lo que rompe con lo que equivocadamente llamamos “normalidad” o peor con esa torpe necesidad de “arreglar” la vida de los demás, de meterse en lo que no les importa, de considerar cosas tan necias como: “Que sea marica pero que no se le note” “que sea lesbiana pero no marimacho” “ Los respeto pero que Dios me ampare de tener un hijo marica o una hija lesbiana” “Prefiero a una hija puta que a un marica” la misoginia, el machismo, la doble moral y la estupidez son una bomba de tiempo que nos tiene existiendo en círculos de atropello y deshumanización.

Es momento de erradicar narrativas perpetuadoras de las violencias que juegan a ser chistes, costumbrismos y se amparan en el ambivalente/dañino concepto de “cógela suave”, no, no y no la cojamos suave si el punto es seguir discriminando a las personas diversas, a las libertades sexuales, a la otredad, dejemos la doble moral, desnormalicemos más bien la corrupción, el odio, la mentira y las violencias en general, ya está bueno, ser homofóbico, misógino o machista no pega con ningún estilo, está –out- avergüenza, destruye, desdibuja; es triste conocer casos de personas que tienen títulos académicos, riquezas económicas y son tan infelices por causa de pretender decidir sobre la vida de los demás, juzgar sus decisiones y peor meter a Dios en el asunto como si Dios fuera su juguete que le da licencia para condenar a los demás, a ese ser yo lo respeto y me enoja que lo cojan de excusa para ejercer prejuicios absolutamente carnales que no hacen parte de ningún Dios, sino del propio espíritu colapsado de prejuicios.  

Eso era lo que quería decir esta semana, basta de tanto perder el tiempo de esta corta vida en – pendejismos – retrógrados y bastante innecesarios. Ser feliz es un derecho no nos perdamos de gozarlo al máximo.

Ñapa: si dicen ya viene esa nerds, quedada, feminista o lesbiana con sus vainas que no tienen sentido “porque yo no soy ni machista, ni homofóbico” me estarás dando la razón para escribir estas letras, ah y te informo no soy lo que alguien decida, soy lo que se me antoja – amor es amor, comenzando por mí.