Ante la crisis: imaginación
La protesta social invita a imaginarnos instituciones democráticas en las que el poder sea de la ciudadanía y no de una élite centralista.
Una lectura que me reveló el proceso de la creación del conocimiento fue la lectura del Libro Séptimo de La República de Platón. No fue una lectura de fácil interpretación porque, en su lenguaje poético y mediante una alegoría el filósofo Platón, recordaba cómo su maestro Sócrates enseñaba como se conoce. Existen cosas que en forma inmediata no son captadas por el ser humano que interpreta o trata de hacerlo, y se requiere de la alegoría, recurso retórico y gramatical que hace visible lo oculto.
La conversación entre Sócrates y Glaucón que reproduce Platón se inicia con una hermosa frase de Sócrates: “Represéntate ahora el estado de la naturaleza humana respecto de la ciencia y de la ignorancia, según el cuadro que de él voy a trazarte. Imagina un antro subterráneo que tiene todo a lo largo una abertura que deja libre a la luz el paso, y, en ese antro, unos hombres encadenados desde su infancia…”. Sócrates, no dice cómo se conoce, solo invita a imaginar cómo es el proceso de la comprensión.
Recuerdo esta lectura porque no es fácil comprender las exigencias políticas que se esconden bajo reclamos sociales. Los intérpretes de estas situaciones muchas veces no tienen la distancia necesaria para captar lo que estas protestas tienen como petición, ni lo capta el destinatario de los reclamos y muchas veces ni los reclamantes lo tienen claro.
No es que los dirigentes de la protesta social no lo tengan claro. Nada nuevo hay, son peticiones justas y reiteradas de necesidades insatisfechas. Lo que, a mi humilde juicio, no está claro, es que existe una barrera para que los reclamos sean solucionados en forma directa por el presidente de la República, dado a que no son de su resorte exclusivo. Esta situación nos tiene en el antro subterráneo.
Sigamos la luz. La luz nos debe ofrecer una política de transformaciones institucionales. Un pacto político se requiere para encontrar recursos en una población empobrecida por malas políticas gubernamentales y un mal diseño de las instituciones. Hoy más que nunca, es injustificable la existencia de un estado centralizado con su gigantesca burocracia. Tampoco se justifica la existencia de un poder presidencial omnipresente y omnipotente y de acción lenta.
Imaginemos una nueva realidad institucional, miremos más allá. No quedemos convertidos en estatuas de sal. Hay que representarnos como sería nuestra nación si democratizamos la democracia y las instituciones políticas y jurídicas. No es correcto negarnos a salir del antro. No podemos seguir repitiendo que existe más territorio que Estado. La protesta social invita a imaginarnos instituciones democráticas en las que el poder sea de la ciudadanía y no de una élite centralista cara e ineficiente. Instauremos el Estado Regional.
Una nación puede funcionar en forma ejemplar con una sola corte de justicia, como Estados Unidos. Un parlamento no puede tener un régimen salarial y prebendas que se deben revisar. El Presidente de la República reina pero no gobierna, porque entre más distante esté el poder político de la ciudadanía, más ineficaces son sus acciones, por lo que sus competencias en las regiones se deben revisar.
Inconcebible que existan tantos órganos de ejecución y control nacionales en las regiones con una carga burocrática inmensa. Descentralicemos. No nos engañemos, los parlamentarios no van a revisar sus sueldos ni a quitar los privilegios, tampoco lo van a hacer las cortes de justicia, ni el presidente va a renunciar a sus poderes. Se requiere una seria revisión constitucional. Es lo que la protesta social exige, no es otra cosa. No seamos ciegos ante la luz.
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