El tambor alegre resuena donde se unen la carrera 52 con la calle 50. La tarima circular es un altar que permite conectar directamente con los músicos que son el epicentro del ritual que se engalana al ritmo del llamador y la tambora. Todos bailan en el sentido contrario de las manecillas del reloj y sacan de lo más profundo de sus corazones un grito de “Güepajé” que se escucha en todo el Barrio Abajo. Solo se vale el espontáneo sentir de cada alma en libertad, en éxtasis, en desahogo. En medio de las velas y del olor de la alegría, foráneos y locales, todos somos iguales.
Así recuerdo las ruedas de cumbia que viví como reina de la tradición en el 2013, y las muchas otras que he disfrutado como barranquillera enamorada de la cumbia. Luego de un año de espera, el primero de enero se volvió a vivir la tradicional Rueda de Cumbia en el Barrio Abajo. Frente a los desafíos del carnaval que con la pandemia se agudizaron, la Rueda de Cumbia adquiere un nuevo matiz, como símbolo de la preservación del carnaval en libertad, aquel que no se controla, aquel que se vive todo el año, que envuelve con la magia y que sienta las bases para que el carnaval nunca muera.
El Carnaval de Barranquilla difiere de otras fiestas que por lo general incluyen expresiones y actos contemporáneos no vinculados a una base tradicional. Los carnavales en cambio, y en este caso el nuestro, es una expresión cultural cuyo sentido viene dado por la época de cuaresma, y es el resultado de un proceso evolutivo de manifestaciones culturales originadas en nuestra región, que permanecen vivas y hacen parte del día a día de muchas personas quienes desearían que el carnaval fuera su medio de vida. Por ello la gestión del carnaval trae consigo sus propias particularidades, y se debe dar desde su comprensión integral, desde sus símbolos y rituales.
Por esta razón, el proceso de revitalización del carnaval requiere el fortalecimiento, además del espectáculo, de sus tradiciones y de las expresiones barriales, como la Rueda de Cumbia. Por muchos años ésta se llevó a cabo en la espontaneidad de las calles de Barrio Abajo sin previo aviso ni planificación. Con el paso del tiempo la oficialidad ha impuesto requerimientos que acarrean trámites, importantes costos y logística para una actividad comunitaria gratuita. Esto ha ocasionado una reducción de su frecuencia, corriendo el riesgo de que desaparezca y de que el barrio, reconocido como Bien de Interés Cultural y Área de Desarrollo Naranja, en lugar de ir fortaleciendo su dinamismo cultural y creativo vaya perdiendo su esencia.
Este es solo uno de muchos casos en los que la gestión inadecuada, por parte de las autoridades, de situaciones como ésta que amenazan las manifestaciones, va desdibujando de manera silenciosa las expresiones y tradiciones del carnaval, como lo evidencia el Plan Especial de Salvaguarda. Si no se gestionan correctamente y a tiempo, puede llegar un momento en que revertir la situación de riesgo de una manifestación ya sea muy difícil y trabajar por el engrandecimiento y proyección internacional de nuestro más grande tesoro sea tarea imposible.
Trabajando con planificación, de la mano de los hacedores y respetando y exaltando las tradiciones se podrá retomar el rumbo. Hago un llamado para que los aportes públicos que se evidenciaron en la más reciente rueda se conviertan en un compromiso permanente y planificado, y así esta manifestación se lleve a cabo durante todo el año, consolidándose como símbolo de la revitalización del Carnaval de Barranquilla.
Daniela@cepedatarud.com
@DCepedaTarud