La entrevista que se popularizó esta semana por las respuestas con toques de soberbia que recibió la periodista Vicky Dávila por parte de Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia, ha levantado ampolla con justa causa. Tiene razón la mujer que ocupa el segundo cargo más importante del país cuando dice que el Estado debe garantizar su seguridad y que, en ese sentido, el uso frecuente de un Black Hawk no es propiamente una excentricidad de quien otrora hubiese sido una de las más de seiscientas mil empleadas domésticas que hay en Colombia. Su craso error no es andar en helicóptero, sino hablar desde la misma altivez por la que tanto critica a la élite que tiene entre ceja y ceja.
El Gobierno de Gustavo Petro, a diferencia de lo esperado por la población que le apoyó en las urnas, ha resultado ser una caja de Pandora que cada día devela un nuevo mal. Ha sido complejo que a medio año en el poder mantengan la coherencia entre lo que dijeron en campaña y lo que a la fecha han entregado como garantía de que su palabra se está cumpliendo. ¿Es muy temprano para juzgar? Tal vez sí, pero la investigación que adelanta la Fiscalía contra el hijo y el hermano del presidente por presunta corrupción estrella contra la enrevesada realidad a cualquiera que haya votado o no por la consigna que prometía cambiarles la vida a los bautizados ‘nadies’ por la mandataria que hoy les dice, incluso a sus electores, que “pueden llorar, pueden gritar, pueden hacer todo lo que quieran”, e igual ella seguirá viajando en helicóptero.
“Pues de malas”, dijo la vicepresidenta, quien preguntó que si el ser pobre, humilde y venir de abajo es un impedimento para usar la aeronave que está a su disposición e ir en ella a su casa cuántas veces quiera… La respuesta es obvia. Aunque Márquez intente hablar desde el púlpito de los oprimidos por el racismo y el clasismo presentes en todas las esferas de la sociedad colombiana, su discurso no es congruente con los ideales que profesa. Porque la arrogancia no es un puente que conecta ideas ni corazones. Es más bien dinamita en un país en que la polarización cada vez hace más grande esa herida social que todos padecemos. Pero bueno, ¿quién soy yo para decirle a la vicepresidenta cómo expresarse? Al final, como dijo Francisco de Quevedo: “Más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla”.
@catalinarojano







