El desequilibrio social, como fenómeno creciente en el universo, se ha hecho también notar en Colombia, un país que se mantiene en permanente lucha por el poder entre quienes, lo detectan y quienes aspiran a él, con muchas veces el direccionamiento de obtener réditos personales, olvidándose de los demás, que por cualquier circunstancias tienen una vida por debajo de las condiciones humanas, empeoradas con el desempleo, la falta de vivienda adecuada, servicios básicos, alimentación, educación, y mucho menos entretenimiento.

Las enfermedades como la producida por el actual coronavirus, Sars-Cov-2, responsable de la covid-19, y muchas otras, han mostrado un desbalance cada vez mayor en los núcleos familiares, algunos ya desorganizados, sin respeto entre sus componentes, con altos grados de descomposición, impulsados con la criminalidad organizada, tráfico de drogas, violaciones, sicariatos, feminicidios, robos y muchos más, dirigidos por grupos que se aprovechan de estas debilidades para realizar actividades delictivas, al cual son llevados, muchas veces en forma obligadas desde edades tempranas..

Aunque muchos son fenómenos que no se pueden combatir sino a largo plazo, en el corto plazo existen necesidades que no nos dejarán salir de la epidemia de la covid-19, conociendo que fundamentalmente, no tenemos que permitir que un caso siga transmitiendo muchos más, diagnosticar los paciente en forma tardía, retrasa su aislamiento y manejo, ocasionando serias complicaciones, hospitalizaciones, muertes, y por su puesto gastos directos relacionados, que están conduciendo a una situación financiera de país muy difícil, en donde solamente unos pocos se han podido mostrar beneficiados, aunque al final también pueden ser perjudicados, ante la pérdida de su movilidad y de sus favorables condiciones de vida, es decir tienen la plata pero no la pueden gozar.

El control de la pandemia es un beneficio para los grandes necesitados, pero también para todos. Para obtener resultados, tenemos que llevar a un gran grupo poblacional, a condiciones de vida dignas que en Colombia, un país en donde, alrededor de un 42.5% de la población es pobre, (Dane 2020), con una alta proporción que recibe solo dos comidas al día, y cuando lo hacen es con alimentación de baja calidad nutricional. Muchas no tienen vivienda propia y cuando la tienen, habitan en hacinamiento, con malas estructuras sanitarias, y sin servicios básicos de agua, energía, alcantarillado y otros. Tampoco hay facilidades suficientes, para una buena educación y mucho menos, para el entretenimiento sano. Las cifras ha aumentado en los últimos años. Como un punto a favor, la ONU enfatiza que algunas medidas tomadas durante la pandemia impidieron que Colombia retrocediera de 8 a 10 años en índices de desigualdad.

No hay dudas de que la pandemia es un factor desestabilizarte del crecimiento y aumento del gasto público, unido a la sindemia innegable que vivimos, que seguirá uniéndose a otras enfermedades que no sabemos cuándo van a llegar. Nada es más importante en la actualidad, que el control de la pandemia.

Las soluciones las tenemos a nuestro alcance, recomposición del gasto del Estado, reestructuración o reforma del sistema de salud, con participación de todos los estamentos, instituciones y personas, en forma solidaria. Es un trabajo para los buenos políticos, congresistas, diputados, concejales, y gobernantes en general, con el consiguiente cuidado de evitar que los recursos creados sean robados y dilapidados. Es el momento que esas personas que pueden colaborar, ahora, lo hagan, Inicialmente en forma voluntaria, solidarizándose con la situación difícil que vivimos, sin necesidad que sea la ley la que se los exija. Se necesita, presupuesto, buena voluntad, diagnóstico claro de la situación, y ejecuciones.