El maravilloso espectáculo del fútbol con más de sesenta realizaciones a nivel mundial y cientos de eventos relacionados en todo el mundo, llena en el momento, una alta proporción de la atención universal. La llegada de la radio, televisión y en los años más recientes, la internet y la inteligencia artificial, han disparado esa gran proporción de personas que reciben cada vez más sus influencias, buenas y malas. Las buenas, al unir un pueblo a través del espectáculo, las emociones y la solidaridad con toda nuestra Patria, sentimientos difícilmente encontrados tan rápido ante la indiscutible polarización, que cada día nos hace separarnos más de muchos objetivos, cuando a pesar de ser buenos, nos dedicamos a separar en forma personal, u organizada en grupos, partidos o tendencias políticas.

Vale la pena aprovechar, estos momentos de efervescencia y calor para despertar con los mismos sentimientos futboleros, la forma como displicentemente, es decir, sin mucha importancia, los difíciles momentos por los que atravesamos, de gran influencia política, referidos a la forma de vida denigrante de un porcentaje muy alto de la población mundial, desnutrición, enfermos de cuadros clínicos curables, que fallecen o quedan lisiados para el resto de sus vidas, desempleo, falta de vivienda adecuada, servicios públicos, ataque de plagas inclemente, aumentados con los desastres climáticos y ambientales. Con daños a la naturaleza, relacionados importantemente con la mala utilización de nuestro medio ambiente, flora, fauna o recursos naturales. Qué tal, que viéramos estos problemas, con algunos de los principios favorables del fútbol ya mencionados.

De otra parte, tampoco podemos olvidar que, con el fútbol, también han existido situaciones, como la compra de actuaciones de árbitros, jugadores y hasta de dirigentes, corrupción violencia, crímenes y otros, que han tratado de desbaratar sus buenas intenciones, sin lograrlo.

El ejemplo de esa lucha deportiva, en múltiples casos, con resultados triunfantes, debería ser tenido en cuenta para, en el juego de la vida el aumento físico de la temperatura corporal, la fiebre de nuestro organismo, que puede llevarnos a la muerte, consiguiéramos mezclar esos sentimientos de solidaridad, admiración, emociones y, sobretodo, de participación directa y efectiva, a mejorar las condiciones de millones de personas que nos necesitan.

Podremos dormir difícil, después de perder un partido de fútbol de nuestra Selección Colombia, pero no dormiremos, si seguimos impávidos, y apáticos, viendo gente fallecer por una gota de agua, un pedazo de pan, un trabajo decente, o con la permanente observación de una gran cantidad de niños, trabajando con sus madres en las calles y, cada vez más, metidos en droga, o en la guerra. O al mismo tiempo ver rodar inermes, la película diaria, de feminicidios, crímenes de policías, soldados y otros defensores de la justicia, o luchas, por posiciones políticas o territoriales que superan el siglo.

Las mejores formas de enseñanza están en los ejemplos. El fútbol, es competencia, es fortaleza, es táctica, inteligencia y poder. Pero, basado en el entendimiento de sus protagonistas, del cumplimiento de unas reglas que deben ser iguales para todos, con el reconocimiento de que, como en el juego de la vida, unos pierden y otros ganan. Competir, ya es ganar, ponerle todas nuestras fuerzas para el logro de la mejoría de los demás, nos llevará, a salir de la fiebre de la corrupción, de la criminalidad y de la violación de nuestros derechos esenciales. Si esto, nos queda de una final de campeonato, hemos dado un paso para vencer la fiebre, que nos permita utilizarlo, no solo como un deporte, si no, como un ejemplo permanente, para toda la vida.