La columna de hoy es totalmente doméstica y con ello queremos decir que la pueden leer todos lo que deben hacerlo por supuesto en la ciudad y fuera de ella, pero está direccionada al habitante habitual de la ciudad, nacido o no en Barranquilla, pero que diariamente recibe el impacto de los defectos y fallas cívicas que existen, así como de los beneficios, que los tiene, y las virtudes que adornan y se sienten en esta adorable capital. Porque si hay una ciudad que enamora es la nuestra con sus ventajas y progresos, también con sus falencias e imperfecciones.
Los andenes o aceras como se les denomina igualmente y será Enrique Dávila en su sapientísima y excelente columna aquí mismo lo que diagnostique, decimos que son para caminar, para el peatón, para circular a pie, aquí, y en cualquier lugar del mundo.
Pero en nuestra querida ciudad, en toda ella con sus barrios sin excepción, tiene los andenes o aceras para que sobre ella circulen motocicletas, bicicletas, patinetas, chazas de vendedores ambulantes, carretillas, todos sin excepción en contravía, sin prudencia, sin educación, solo estimulados con el “aquí voy yo” tan peculiar y tan erróneamente barranquillero.
¿Qué sucede? Los permanentes accidentes, lesionados peatones y a veces los mismos maleducados, que no han podido aceptar y cumplir el más elemental de los principios cívicos además de la lógica humana: Los andenes son para las personas de a pie.
En el Fondo de esto cualquiera contestará que “Aquí somos así”. Es verdad. Somos una comunidad sin civismo y sin cultura ciudadana y en materia de circulación o avance una comunidad que no sabe esperar, no sabe ceder el paso, la vía, el derecho de anticipación.
Por supuesto los accidentes y las molestias son a diario y la situación se ha vuelto insoportable. ¿Qué hacemos los ciudadanos? ¿Quién nos ayuda? Resulta que tenemos una autoridad y esta se refleja en un cuerpo que es el asesor de la ciudadanía como lo ordena la Constitución: La Policía.
Pero jamás vemos un agente llamándole la atención a un invasor de andenes. Jamás. En sus narices se cometen toda clase de situaciones absurdas y sobre ellas ya hemos escrito aquí mismo varias columnas.
La última denunciando al motociclista que sin detenerse a toda velocidad tropezó a un niño de seis años que caminaba de la mano con su madre. Las gentes casi linchan al conductor de la moto. ¿Entonces, señor comandante de la Policía, con el mayor respeto, si podremos esperar que se inicie en su tropa una acción eficiente y segura en este sentido?