Pitre es un pueblo imaginario en el Caribe. En una noche oscura, una bulliciosa muchedumbre sacó al alcalde de su sueño. Contrariando a su mujer, el alcalde salió al balcón de su casona a ponerle el pecho al despecho del pueblo que lo había elegido. “Amado pueblo, ¿qué queréis?” preguntó con su vozarrón. “Queremos que Pitre tenga dos cosechas al año”, respondió un envalentonado coro. “Concedido!” Rugió el alcalde. “Estás loco” gritó su mujer desde adentro. “¿Y ahora qué carajo vas a hacer?” preguntó furiosa. La respuesta la dio él hacia afuera: “Amado pueblo: De ahora en adelante los años en Pitre tendrán 24 meses!”

Al igual que las cosechas la riqueza no se decreta. Si eso fuese posible todos los países serían ricos. Hay países ricos y países pobres que no tienen salario mínimo oficial, como Dinamarca y Sudán, en el primero el salario mínimo real es mucho más alto que en el segundo, porque en gran medida depende de la productividad laboral y de los otros factores de producción. Si la productividad no se incrementara (aquí suele subir un penoso 1% anual), el incremento de costos de todos los productos y servicios en pocos meses del año nuevo hará efímero el poder adquisitivo del ajuste por encima del IPC del año anterior. La inflación hará con ese incremento lo que los 12 meses adicionales al año hacen para lograr dos cosechas anuales.

En Colombia hay además un altísimo escalón entre el ingreso promedio de los trabajadores informales, que según el DANE este año es de $938.000, versus el salario mínimo que es $1.623.500 (incluido Auxilio de Transporte), 73% más alto. Escalón que se convierte en escalera porque la Seguridad Social y las Prestaciones Sociales están amarradas a los salarios formales. La Seguridad Social para un salario mínimo cuesta $299.000 y las Prestaciones Sociales $346.000 (sin parafiscales ni uniformes), el costo para la empresa sube así a $2.270.000; 2,4 veces el promedio de un trabajador informal. Si el Estado asumiera la seguridad social de los trabajadores de salario mínimo contribuiría a disminuir esa brecha.

A octubre de este año en Colombia había 13,6 millones de trabajadores informales y 10,7 millones formales. A pesar de ser mayoría los informales no tienen asiento en las negociaciones del salario mínimo. Los formales sí a través de las centrales obreras, que suelen contar con la tentación populista del gobierno para obtener incrementos por encima de la inflación más la productividad. De esa manera patean una y otra vez la escalera a los informales.

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