Pocas figuras tan interesantes y enigmáticas como Álvaro Cepeda Samudio. Personaje fundamental del mítico “Grupo de Barranquilla”, ‘el Nene’ (así le decían sus allegados) fue escritor, periodista, gestor cultural, cineasta y algún etcétera; todo en medio de un frenetismo vital que se cortó muy pronto, hace casi ya 50 años. Parece que no pasara, pero pasa. El tiempo es así.

Cepeda se consideraba un periodista de su tiempo. Entendía el ejercicio periodístico como la técnica de informar y a los periódicos como almacenes de información. Defendía que la información debía sujetarse irreductiblemente al hecho de que se procura describir, y encontraba en el periodismo, en el oficio de informar, la cuna de formación (que podía también ser de crecimiento) de los idiomas. Tal vez de allí se explique, por citar solo uno, el reportaje que escribe sobre Garrincha a propósito de su efímero paso por el Junior en 1968; o la manera como aborda la escritura de algunos de los apartes de “Los cuentos de Juana”. Periodismo y literatura son hijas de la misma madre, y como siamesas a veces se comportan.

Para Cepeda, y como humilde columnista doy fe, encontrar el tema constituye el más significativo de los problemas. Buscarlo es una odisea que termina por resolverse de variopintas maneras. Fiel a su estilo, Cepeda decía que, como de las mujeres bonitas, nadie se puede ufanar de haber conquistado definitivamente un tema. De ahí lo importante del rigor y la disciplina para trabajarlo y volver a él con la misma pasión de la primera vez.

El tenor ético del ejercicio periodístico lo preocupó mucho. En alguna ocasión comentó un artículo publicado por Jorge Zalamea para coincidir en que la prensa ha pasado de ser veraz y responsable a mentirosa e irresponsable. Criticó duramente el que los medios, “sujetos a los intereses de figuras politiqueras, deforman la realidad de los hechos y la falsean…”. De algunos periodistas decía que “pasan por encima de la propia conciencia para hacer de la prensa un instrumento de la mentira conveniente y no de la verdad escueta y clara de los hechos”. Estas fuertes frases, escritas hace más de medio siglo, siguen teniendo terrible vigencia hoy en medio de una peligrosa polarización social y una sobreexposición a información no verificada, a la que se está dispuesto a dar valor de verdad si se acerca a lo que cada uno considera correcto. En un mundo en lo que se toma como único cierto es lo que satisface las previas creencias, el papel de la prensa debe apuntar, como decía Cepeda, a la veracidad informativa y la honradez de criterio. Con angustia y tristeza cada vez se notan más caminos contrarios tapados de huellas.

Cepeda fue un aventajado, una fuerza que no alcanzaba a desplegarse en un frente cuando ya pretendía, y lo hacía, abrir otro. Eso, de todos modos, no lo hace un profeta. Que lo que Cepeda y tantos otros escribieron y criticaron del periodismo siga hoy vigente es evidencia irrefutable de que algo no estamos haciendo bien.

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@alfredosabbagh