
Libres de cargas
Experiencias espirituales que doblegan con exagerados fardos moralistas a las personas y les hacen creer que han sido creadas para el dolor y la frustración. La acción de Jesús es hacerle sentir a cada ser humano que nada puede doblegarlo, que nada puede quitarle su valor, su dignidad; que tiene que vivir con la autoridad propia de quien se sabe invaluable y capitán de su alma.
Jesús de Nazaret tiene una especial predilección por aquellos seres humanos que son despreciados y marginados por la sociedad, por aquellos que tienen disminuida su dignidad por distintas acciones discriminatorias. Él no se une a la corriente que justifica con cualquier tipo de argumentos este tipo de acciones, sino que busca tender puentes, desde la compasión, para reincorporarlos a la comunidad y que tengan unas condiciones dignas para que puedan realizar su proyecto de vida en dignidad.
En las páginas de los evangelios están los testimonios de las actitudes restauradoras de Jesús con estas personas. De estos relatos hay uno que me impresiona mucho, este es el de Lucas 13, 10-17, en el cual Jesús sana, en sábado, a una mujer encorvada. La imagen física de alguien que debe mirar constantemente hacia el suelo y no poder hacerlo cara a cara con las demás personas, y que tampoco alcanza a percibir el horizonte siempre abierto y desafiante de la vida. Hoy muchos viven de esa manera. El peso de las dificultades de todo tipo los doblega y no les deja tener esa posición erecta que les permite presentarse como sujetos libres y responsables.
Pesos emocionales que les limitan y les hacen actuar como esclavos. Duras situaciones económicas que dejan sin ánimo y reducen posibilidades en un mundo dominado por las lógicas del consumismo. Experiencias espirituales que doblegan con exagerados fardos moralistas a las personas y les hacen creer que han sido creadas para el dolor y la frustración. La acción de Jesús es hacerle sentir a cada ser humano que nada puede doblegarlo, que nada puede quitarle su valor, su dignidad; que tiene que vivir con la autoridad propia de quien se sabe invaluable y capitán de su alma.
Por eso, hoy mi invitación es a que todos nosotros escuchemos la expresión de Jesús de Nazaret: “«Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y en el acto la mujer se enderezó” y dejemos que su amor nos restaure en las heridas más profundas, nos devuelva el orgullo propio, nos permita la actitud firme para construir la vida sin miedo. Es el momento para liberarnos de todos los temores que nos encorvan y no nos dejan encontrar en el horizonte verdaderas posibilidades de realización. Sabernos amados nos permite romper con todas las subordinaciones y dependencias que nos impiden ser plenamente. Ninguna relación que nos encorve se puede aceptar. Nos liberamos con la fuerza de quien se sabe creado para la felicidad.
Al pensar en el hecho de que sea una mujer la receptora de esta palabra de Jesús de Nazaret, me quedo con la afirmación de Dolores Aleixandre Magdalena Fontanals: ‘’El gesto de Jesús de enderezar a aquella mujer sigue siendo una llamada a las mujeres a salir de las situaciones de subordinación, de pasividad y de irrelevancia, a romper el mito de la "condición específicamente femenina" que las confina en el ámbito de la naturaleza, del destino y de la culpa. Ponerse de pie significa que las mujeres sean capaces de sacudir de sus hombros roles, funciones y repartos injustos y de arrojar lejos esas cargas que las mantienen encorvadas e incapaces de mirar de frente. Significa tener el valor de afirmarse y sostenerse unas a otras y a todos aquellos que están también en situaciones de abajamiento y de exclusión”. No hay felicidad sin una vida libre de cargas.
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