Un beneficio de las prácticas espirituales es que nos ayudan a gestionar de manera adecuada nuestras emociones. Quien se conecta con su esencia y trasciende en búsqueda de lo sublime puede comprender y expresar de mejor forma los impulsos emocionales provocados por los distintos estímulos que recibe.
Una de las emociones que más nos cuesta gestionar es el miedo. Sabemos que es sano experimentarlo, ya que nos genera las alertas necesarias ante las amenazas y nos prepara físicamente para responder ante ellas. Sin embargo, las alteraciones que ocasiona son un verdadero desafío. Estoy convencido de que las prácticas espirituales nos permiten asumir el miedo y actuar con la libertad, la responsabilidad y la inteligencia necesarias.
Cada uno desarrolla su espiritualidad desde las prácticas que más respondan a su manera de entenderse y entender la vida. Particularmente, yo las vivo desde el cristianismo, y en él tenemos los salmos, esa poesía orante que nos brinda luz y fortaleza para enfrentar nuestros más profundos temores, ya que nos provocan emociones de seguridad, fortaleza y bienestar.
He aprendido de memoria algunos salmos; los que repito en situaciones muy precisas en el que necesito sentirme amado, valorado y protegido. Uno de ellos es el Salmo 120, en el que encuentro:
Una situación: Al contemplar las montañas me pregunto. Me gusta creer que se trata de una imagen que expresa la pequeñez de quien constata lo inmenso de las dificultades y los problemas. Ese momento en el que somos conscientes de las pocas fuerzas que tenemos y de lo poderoso que se presentan las adversidades.
Una pregunta: ¿De dónde vendrá mi ayuda? Sé que no puedo solo, que necesito ayuda. Sé la respuesta a mi interrogante, pero entiendo que necesito hacerlo consciente para poder estar seguro y responder a esas dificultades.
Una respuesta: Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra. Mi relación con Dios me ha demostrado que Él no abandona, que siempre propicia un auxilio que permite superar eso que me lleva al límite. Me regodeo en imágenes que muestran la certeza de ese auxilio. Me gusta meditar en esta imagen: ¡Nunca se dormirá el que te cuida! No, él nunca duerme… El Señor es quien te cuida; el Señor es quien te protege, quien está junto a ti para ayudarte. Seguro en esa cultura pastoril, estas expresiones tienen que ver con el pastor que día y noche, con su cayado, está dispuesto a defender sus ovejas. Pues cuando tengo miedo, sé que Él está ahí para cuidarme sin inhabilitarme. Eso me llena de paz y me hace sumergirme en mí para encontrar las maneras de responder a las adversidades.