Cierro los ojos y vuelo a recorrer el relato del evangelio de Mateo 1,18-24. Me emociono al encontrar dos ideas que generan sentido para mí que soy un habitante del planeta en este siglo lleno de tecnologías y muchas innovaciones. El relato no comienza con ideas abstractas ni con una escena gloriosa en donde los ángeles cantan y todo está lleno de trascendencia, sino con una situación humana complicada, llena de las grietas propias de nuestra condición: un embarazo inesperado, una relación que entra en riesgo y una decisión difícil. Ese mensaje sigue siendo poderoso: Dios actúa dentro de las ambigüedades de la vida, no al margen de ellas.
Para vivir navidad no tenemos que salirnos del planeta y entrar en una situación edénica perfecta ni ser los inmaculados que nunca han sentido o actuado en contra del amor. Tenemos que ser los humanos que viven en el reguero que sus miedos ocasionan, en las fragilidades de decisiones urgentes que no dan seguridad, en las relaciones complejas y ambiguas que sostenemos con otros. Ahí es donde acontece navidad.
Y es que el nacimiento de Jesús no se da en un mundo ideal de los perfectos, sino en uno en donde hay confusión, miedo, incertidumbre y posibles rupturas. Mateo quiere que el lector entienda desde el inicio que la salvación no ignora el conflicto humano, lo atraviesa. Las lágrimas me corren porque pienso en mis errores, en mis incapacidades de soltar y de aprender, de vivir en plenitud, en los dolores que le provoco a los que amo y siento que ahí me está buscando Jesús, que ahí es donde él está para iluminarme y actuar.
Por otro lado, el relato llama Justo a José, y lo hace no porque cumple exactamente la ley religiosa, sino porque protege la vida y la dignidad de María. Antes de cualquier revelación divina, José ya actúa con misericordia. Juro que eso me estremece porque conozco religiosos y fanáticos religiosos que creen que la fe se trata de aplicar la ley religiosa por encima de la dignidad y el bienestar humano, de castigar y de hacer sufrir al que falla.
“La justicia auténtica no se define solo por cumplir la ley, sino por cómo se trata al otro cuando la ley permite hacer daño” (Daniel J. Harrington, SJ). Nada más subversivo para los religiosos de hoy que quieren vivir desde una biblioteca -que leen como si fuera un solo libro- y no desde la persona de Jesús. Justicia en este sentido es la misericordia con el que está en riesgo cuando la ley religiosa quiere destruirlo. Es que el sábado se hizo para el hombre y no al revés (Marcos 2,27). Navidad entonces es ser justo en este sentido con aquellos que nos necesitan.
@Plinero


