El redescubrimiento del galeón San José, un buque de guerra español hundido en 1708 frente a las costas de Cartagena de Indias, y de los objetos hallados en su interior ha reabierto una conversación que va mucho más allá de la arqueología subacuática. En un momento de tensiones crecientes en el Caribe, marcado por conflictos armados, disputas geopolíticas y narrativas de cierre, el San José emerge como recordatorio histórico de una verdad incómoda pero persistente: el Caribe siempre ha sido un territorio profundamente global.

La presencia de porcelana china en un buque español hundido frente a Cartagena de Indias en el siglo XVIII demuestra que la globalización no es una invención reciente. Aquellas piezas viajaron desde Asia, cruzaron el Pacífico a bordo del Galeón de Manila, circularon por América y terminaron integradas a una ruta atlántica. No se trata de una curiosidad menor. Un objeto cotidiano basta para desmontar la idea de que el mundo colonial funcionaba en compartimentos aislados o exclusivamente europeos. Desde temprano, el Caribe fue un espacio de circulación planetaria.

Las rutas imperiales transportaban mucho más que metales preciosos. En sus bodegas viajaban bienes asiáticos, técnicas, símbolos y prácticas culturales, muchas veces por vías informales o abiertamente ilegales. Cartagena, puerto estratégico del imperio, concentraba esos flujos y los redistribuía. Allí confluyeron Europa, África, América y Asia, produciendo una sociedad marcada por la mezcla, la tensión y la adaptación constante. El San José es una cápsula de ese mundo interconectado.

Este carácter global del Caribe no se expresa únicamente en los objetos, sino también en las trayectorias humanas que lo atravesaron. En el siglo XVII, Elías de Babilonia, sacerdote cristiano oriental y viajero, cruzó el Atlántico con cartas de recomendación y recorrió buena parte de América hispana. Llegó a Cartagena, atravesó Perú y el centro minero de Potosí, pasó por Venezuela y residió en la Nueva España antes de regresar a Europa. Su relato confirma que el mundo colonial no era solo un escenario europeo, sino un espacio atravesado por personas del Mediterráneo oriental, Asia y África. La movilidad era estructural, no excepcional.

Hoy, el interés por el San José coincide con un debate contemporáneo más amplio: la supuesta crisis de la globalización. Guerras comerciales, discursos soberanistas y cadenas de suministro fragmentadas alimentan la percepción de un mundo que se repliega sobre sí mismo. A ello se suman, en el Caribe y su entorno inmediato, tensiones geopolíticas y narrativas de guerra que privilegian el control, el cierre de rutas y la restricción del movimiento de personas y bienes. Sin embargo, la historia del Caribe sugiere otra lectura. La interconexión no ha sido una fase pasajera, sino una condición estructural de la región.

El debate actual no se limita a cómo interpretar un pecio, sino a cómo entendemos nuestro lugar en el mundo. La globalización contemporánea ha producido desigualdades reales y profundas, pero la respuesta no puede ser el olvido de los vínculos históricos que nos constituyen. En el Caribe, esos vínculos se forjaron a través de rutas marítimas que fueron simultáneamente espacios de comercio, dominación, migración forzada, violencia y también de intercambio cultural duradero.

En tiempos de guerra, suele imponerse una narrativa que reduce el Caribe a un teatro estratégico o a una frontera que debe cerrarse. Su historia recuerda lo contrario. Este mar ha sido, ante todo, un espacio de circulación. Incluso en contextos de conflicto, el comercio persistió, las personas siguieron moviéndose y las conexiones se reconfiguraron. El Caribe no desaparece cuando se intentan cerrar sus rutas; simplemente vuelve a organizarse alrededor de ellas.

Recordar al San José hoy no es mirar al pasado con nostalgia, sino reconocer un patrón histórico que tiende a repetirse. Las rutas se tensan, se militarizan o se cuestionan, pero no dejan de existir. El Caribe ha estado siempre con nosotros como espacio de encuentro, intercambio y conflicto, y lo seguirá estando. En el presente, como en el pasado, todo se volverá a hacer otra vez.

@IsidoroHazbun