Enterarse de los desastres en los que incurren Petro y sus áulicos desde las fauces del poder, causaba tristeza. Después, cuando se constató que no era cosa de inexperiencia sino que todo está debidamente premeditado, causó indignación. Hoy que, gracias a Caracol, tenemos claro que andamos tomados por una guerrilla comunista infiltrada en todos los estamentos oficiales, y que lo que ocurre obedece a pactos y acuerdos previos, la sensación es emética.

No se sabe cuál es la peor fuente de la emética que nos aqueja: Si la desvergüenza del presidente y sus cómplices, no disimulan, no se esconden, se encubren, alardean de su impunidad, o si el candor, lo pusilánime y cobarde de la dirigencia nacional que parece no apercibirse del inminente desastre y continúa en lo suyo, no enfrenta ni confronta sino con memes, crítica virtual y, peor, impulsa candidaturas presidenciales como si fueran piñata, pasando por alto que, pase lo que pase, se nos avecina un gigante estallido social.

Urgente necesitamos a los gringos para, una vez tumben a Maduro, nos entreguen toneladas de Dramamine y, como son los únicos confiables, desbaraten el escandaloso tramado y nos ayuden para que haya elecciones y para recuperar la dignidad perdida. Y necesitamos también presidente: Un tigre como el Núñez de ayer o como el Abelardo de hoy.

Coletilla: Toda ciudad destaca sus inicios, una amalgama de vivienda y comercio. Barranquilla no fue la excepción, sus orígenes puramente comerciales invitaron a asentarse, conservando su esencia, aunque su explosivo crecimiento poblacional obligó a desplazar viviendas. Empero, queda en las construcciones originales testimonio de su riqueza conceptual, su exquisito estilo de vivir, y su empuje comercial. Por ello hay que celebrar los 20 años de “Mira al Centro”, iniciativa de Manuel Julián Alzamora que busca, con visitas orientadas y concursos fotográficos, mantener viva la memoria de lo pioneros que fuimos y, con Álex, la esperanza de volver a ser. “Mira al Centro” propende, además, por lograr las medidas tributarias para que los actuales propietarios entiendan y acepten lo poquísimo que hoy valen, y que los constructores inviertan para revivir los segundos y terceros pisos de tan bellas edificaciones, y convertirlos en viviendas para oficinistas que, con las sedes laborales ahí cerquita, economizarían en transporte (Álex les haría escuelas y colegios), conformarían amables y seguras comunidades, la dicha. Los veinte años de lucha indican que no desmayarán en su labor. ¡Felicitaciones! La ciudad se los agradecerá.

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