Muy variadas las reflexiones que suscita el resultado de las elecciones para consejos de juventud que se llevaron a cabo en todo el país el pasado domingo, con un costo de ciento treinta y cinco mil millones de pesos.
Es verdad que se trata de una elección que apenas se ha venido aclimatando hace unos pocos años. Esta vez, la organización electoral en cabeza de la Registraduría no solamente facilitó todo el aparato logístico -imprimió once millones de tarjetones de los cuales solo fueron utilizados un millón quinientos mil- sino que adelantó toda la publicidad necesaria para estimular la participación juvenil. El resultado no da pie para el optimismo.
Constituye un fenómeno preocupante que en las últimas décadas la juventud se haya ido alejando de la política, actividad a la que miran con cierto desprecio y desdén. El mecanismo de los consejos de juventud, es una herramienta para la formación de liderazgos políticos en las nuevas generaciones.
Paradójicamente, cuando existían menos métodos de comunicación como las redes sociales de ahora -con sus ventajas y horrores- la juventud se interesaba por la política. La Federación Universitaria Nacional FUN, alcanzó a tener mucho peso en la política nacional. En su organización las juventudes de los partidos Liberal, Conservador y Comunista, participaban activamente y de allí surgieron muchos lideres nacionales. Solo una referencia personal: a los quince años, en Chaparral, era miembro de las juventudes del MRL de López Michelsen. Luis Carlos Galán, como estudiante, era líder de las juventudes liberales llleristas en una universidad, conservadora entonces, como la Javeriana. En ese mismo centro de estudio coincidieron jóvenes políticos de distintas tendencias como Noemi Sanín, el propio Galán, Ernesto Samper y Carlos Pizarro León Gómez. En el Externado, universidad liberal por excelencia, tuve compañeros aguerridos militantes de las juventudes conservadoras entre pastranistas y alvaristas.
Lo que muestran estos pobres resultados es que el nocivo discurso anti político ha calado, aun cuando dentro de la muy escasa participación las votaciones más altas fueron para los partidos tradicionales o semi tradicionales: el liberalismo, 147.000; el conservatismo, 98.000; el Centro Democrático, 68.000; Cambio Radical, 84.000; Alianza Verde, 65.000; el partido de la U 59.000; el partido Mira 49.000; el Nuevo Liberalismo 46.000; Colombia Humana, 25.000 y el partido ASI, 21.000. Llama la atención que los nuevos partidos, incluida la Colombia Humana, sacaron las más bajas votaciones y eso sin contar que más de treinta de los supuestos nuevos partidos ni siquiera figuraron. Si aplicáramos la terminología del fútbol diríamos que los partidos políticos no tienen buenas “canteras” para la renovación.
Pero lo que ha ocurrido es apenas un reflejo de la apatía. Las llamadas “consultas internas” que no lo son, casi siempre han tenido una muy baja participación. Para cada una de ellas “por la distorsión” la Registraduría tiene que imprimir más de treinta y cinco millones de tarjetones como si se tratara de una elección general. Y ni hablar de los costos…
Finalmente, aún cuando nos vanagloriamos de nuestra solida democracia electoral, en general, casi nunca hemos superado la mitad del censo electoral. En Bogotá los últimos alcaldes han sido elegidos con el treinta por ciento del censo electoral. Petro fue elegido en una votación con una abstención de más del 40 por ciento mientras que el presidente de Bolivia lo fue con una abstención apenas del 15 por ciento.
Lo anterior quiere decir que, en general, más de la mitad del pueblo, como suele decirse ahora, y por las más disímiles razones, incluyendo las de naturaleza social y económica, se margina totalmente de la integración de los poderes públicos. Irónicamente, la única ocasión en que sí participó más del setenta por ciento del censo electoral fue en el plebiscito de 1957 para poner fin a la violencia liberal conservadora con las instituciones del Frente Nacional.
En cambio, los constituyentes que redactaron la actual Constitución fueron elegidos el 9 de diciembre de 1990 con la participación de apenas el treinta por ciento del censo electoral, algo menos de tres millones de votos. ¿constituyente primario?
Muchos temas de nuestro sistema político, en parte basado en ficciones, ameritan una profunda y urgente revisión.
@gomezmendeza


