El gobierno de Estados Unidos reafirma su postura en la lucha contra el narcotráfico y decide interrumpir toda ayuda a Colombia destinada a combatir la producción y el tráfico de drogas.
La administración de Donald Trump señala directamente al presidente Petro, acusándolo de ser ineficaz en la batalla contra los cárteles que operan en Colombia y Suramérica, responsables del envío de toneladas de estupefacientes a Europa y Estados Unidos.
Las graves acusaciones equiparan al mandatario colombiano con Nicolás Maduro, el presidente ilegítimo de Venezuela, quien se aferra al poder con prácticas autoritarias y mantiene vínculos con el llamado “cártel de los soles”, una red compuesta por altos mandos militares y allegados a su régimen.
Situar a Petro en el mismo plano de complicidad en el narcotráfico implica que, de ser ciertas las afirmaciones de Washington, ambos tendrían que rendir cuentas ante la justicia. Para Estados Unidos, los productores y traficantes de drogas son considerados criminales y terroristas, y su captura —vivos o muertos— se convierte en una prioridad.
El presidente Donald Trump, en redes sociales, calificó a Petro como “líder del narcotráfico” y anunció la suspensión inmediata de toda cooperación económica con Colombia, y advirtió que impondrá nuevos aranceles a los productos colombianos que ingresan a los Estados Unidos. Sus palabras fueron contundentes: si Petro no detiene los cultivos y laboratorios, Estados Unidos “actuará directamente, y no será de manera amable”.
Este hecho sin precedentes deja a Colombia en una crisis diplomática, política y con consecuencias económicas profunda. La Casa Blanca ha tomado distancia de las declaraciones, pero el daño está hecho: el país pierde apoyo internacional, mientras el gobierno se enreda en disputas ideológicas y responde con discursos que agravan el conflicto.
La tensión aumenta, el bloqueo de las fuerzas armadas americanas en aguas del caribe y la orden de bombardear las embarcaciones que no acaten las ordenes impartidas han generado la muerte de sus ocupantes. El resultado es evidente: Colombia queda en medio de una tormenta diplomática que debilita su imagen y su estabilidad política. Cada día, Nicolás Maduro y Gustavo Petro parecen tener más similitudes, y ambos deben rendir cuentas por sus actos.
Cuando los jefes de estado son acusados de ser los jefes de la mafia el poder se vuelve oscuro, y este tipo de poder no construye naciones: las consume desde adentro.
@oscarborjasant