Dirigida por Benny Safdie, La Máquina es un biopic deportivo narrado con una sensibilidad profundamente humana. La película explora la vida de Mark Kerr (interpretado magistralmente por Dwayne Johnson), un campeón de artes marciales mixtas que, tras una larga racha de victorias, alcanza el punto de quiebre que marcará su carrera. De ahí surge el sobrenombre que da título al filme: The Smashing Machine.

Kerr encuentra en las peleas una intensidad casi adictiva. Él mismo describe el instante en que su oponente se rinde como una euforia absoluta, un momento en el que nada más en el mundo parece importar. Safdie construye el retrato de un hombre dividido entre la brutalidad del ring y su fragilidad emocional fuera de él, concentrándose en el impacto psicológico de una derrota inesperada. La fuerza que demuestra en combate se convierte también en el canal por el que se libera su debilidad interior, una que lo arrastra hacia la dependencia de los opioides. Johnson encarna este conflicto con una contención misteriosa que permite al espectador adentrarse en la mente del personaje.

La película, escrita también por Safdie, se inspira en el documental homónimo producido por HBO en 2002. Aunque se trata de una obra de ficción, mantiene un aire casi documental gracias a la cámara nerviosa, la luz cruda y los encuadres cerrados que capturan tanto el sudor del cuerpo como el temblor del alma. Safdie traslada su característico realismo a un universo más íntimo, donde la violencia física se funde con la emocional.

Las escenas con su novia Dawn (Emily Blunt) revelan con mayor claridad la vulnerabilidad del protagonista. En la rutina doméstica emerge un comportamiento compulsivo que estalla sin previo aviso, afectando a quienes más lo quieren. Blunt aporta una mezcla de ternura y agotamiento que equilibra la energía contenida de Johnson, y juntos crean una tensión emocional constante.

Como contrapunto, su amigo y entrenador Mark Coleman (Ryan Bader) ofrece una presencia más serena que subraya el caos interno de Kerr. Su figura introduce un equilibrio necesario para entender las tensiones entre la disciplina del deporte y la autodestrucción del protagonista.

El filme culmina de forma inesperada, invitando a reflexionar sobre las segundas oportunidades que ofrece la vida. A veces, perder no significa fracasar, sino abrir la puerta a otro tipo de victoria.

@GiselaSavdie