¿Es posible bucear después de una craneotomía? Vaya pregunta difícil, con contraindicaciones tan amplias que, a veces, resulta imposible definir una respuesta única. Existen riesgos para la seguridad y la salud del paciente; incluso pueden agravarse síntomas como la hipertensión endocraneal. Esta decisión debe ser tomada por un grupo médico y comunicada directamente al paciente, plenamente informado de su situación y de los riesgos.
Lo primero es la certeza de la adecuada cicatrización del defecto óseo: que no exista riesgo de infección ni posibilidad de que el agua la induzca. De entrada, los primeros seis meses constituyen el tiempo mínimo que el paciente no debe olvidar. El mundo subacuático puede exacerbar o desencadenar un proceso infeccioso fatal. También debe considerarse si, por la enfermedad neurológica que motivó la cirugía, el paciente presentaba convulsiones. Por ejemplo, si estas eran manifestaciones de un tumor cerebral, debe continuar con su medicación. Una crisis bajo el agua puede tener consecuencias fatales. Si no había antecedentes, pasados seis meses el paciente puede bucear.
Conviene evaluar, además, el propósito de la cirugía: si fue de urgencia o programada, si se trató de una intervención menor o mayor, si resolvió el problema o quedaron secuelas. En casos de tumores cerebrales que requieran tratamientos complementarios, el buceo está contraindicado.
No todas las cirugías son curativas. Algunas dejan secuelas o residuos de lesión. Pensemos, por ejemplo, en una cirugía por hematoma intracerebral: se drena el hematoma, pero el paciente puede quedar con secuelas. Esto contraindica el regreso al buceo, sobre todo por el riesgo de sufrir una convulsión. En estos casos, la contraindicación es absoluta. A veces, una complicación tardía impide el retorno a la actividad subacuática. El riesgo de un nuevo ictus debe evaluarse cuidadosamente, y solo el médico tratante puede emitir ese concepto.
Un implante que no contenga aire no contraindica el buceo. Las prótesis metálicas tampoco generan inconvenientes. Las principales preocupaciones son la infección y la dehiscencia de la herida. Una fractura de columna, por ejemplo, requiere un tiempo prudente de cicatrización antes de volver al mundo acuático.
El buceador debe conocer ciertos riesgos: la presión bajo el agua puede expandir gases atrapados en tejidos residuales. La exposición a ambientes extremos puede resultar intolerable para algunos pacientes. Si existen secuelas cognitivas o el paciente se encuentra bajo efectos sedantes, esa actividad debe evitarse. Entre las complicaciones específicas está el barotrauma: al descender, la presión del agua aumenta y el volumen de aire corporal disminuye, lo que puede causar dolor en los senos paranasales o ruptura de tímpano. Al ascender ocurre lo contrario: la presión disminuye y el aire se expande, pudiendo romper alvéolos pulmonares y dificultar la respiración. También puede verse afectado el sistema nervioso y presentarse enfermedades como la descompresión o la embolia gaseosa arterial.
La enfermedad por descompresión ocurre cuando los gases —principalmente el nitrógeno—, que el cuerpo absorbe mientras está bajo el agua, no logran eliminarse de manera gradual al subir a la superficie. Bajo la presión del agua, este gas se disuelve en la sangre y los tejidos, como sucede con el gas en una bebida gaseosa. Si el ascenso es muy rápido, la presión ambiental disminuye bruscamente y el nitrógeno no tiene tiempo de salir del cuerpo por los pulmones: forman burbujas dentro de los vasos sanguíneos y los tejidos.
Estas burbujas pueden provocar dolor, mareos, debilidad o dificultad para respirar, y en casos graves, afectar el cerebro, la médula espinal o el corazón. Es el mismo principio que ocurre cuando se destapa una botella de refresco: el gas, antes disuelto, se libera en forma de burbujas. Por eso, un ascenso lento es esencial para evitar esta peligrosa reacción del organismo ante el cambio de presión.
La velocidad de ascenso recomendada es de 9 metros por minuto, preferiblemente controlada mediante un ordenador de buceo. También pueden utilizarse cronómetro o profundímetro. Un método práctico consiste en observar las burbujas: nunca deben superar el tamaño de una burbuja de champaña; el ascenso debe ser más lento que ellas. La parada de seguridad —a 5 metros, durante 3 a 5 minutos— es indispensable. Realizar paradas profundas y de seguridad, incluso en inmersiones dentro de los límites de no descompresión, reduce significativamente la cantidad de nitrógeno en el cuerpo del buceador al salir a la superficie.
Diptongo: La prudencia es la mejor aliada del cuerpo que ha sido reparado; desafiarla es tentar al abismo dos veces.
@Rembertoburgose