Nació en octubre de 1949, un año y cinco meses después de la creación del Estado que hoy dirige. Y con su nacimiento, posterior a ese evento histórico que dio lugar a la Nakba palestina, se signó el destino de más de sesenta mil personas que hoy integran una lista de muertos a manos de un líder que supera con creces aquello que evoca el término desalmado. Un holocausto a cuestas, o el exterminio sistemático de judíos llevado a cabo por el régimen antinatural encabezado por un orate llamado Adolfo Hitler, no ha sido ni será suficiente para que la humanidad de Netanyahu —digno homólogo de Hitler— aflore en medio del desierto en que su desbordada impiedad ha convertido a Gaza.
La reducción de Palestina a Gaza tomó varias décadas. La reducción de Gaza a la muerte, que es la misma nada, cobró vida el siete de octubre de 2023. Esa fecha, o el día en que Hamás masacró a más de mil personas en Israel y que Benjamín Netanyahu usa como ancla para sujetar el gélido, mecánico y colérico discurso que pronuncia hasta donde nadie quiere escucharle, se convirtió en la justificación más dolorosa y perfecta para borrar por completo a Palestina del mapa; se convirtió en la bandera de batalla de un hombre que no merece siquiera tal apelativo, en tanto que parece no pensar ni mucho menos sentir. Netanyahu, o el monstruo que ha perpetrado un genocidio ante los ojos del mundo entero, merece todos los juicios posibles, aun cuando la justicia —o bien, terrenal, o bien, divina— nunca alcance para devolverle la vida a ningún muerto.
De la Shoá a la Nakba. Y de la Nakba a otra Nakba. Así se escribe la historia en frente de todos. Y seguramente nada de lo que expresemos desde lo humano servirá para frenar la monstruosa avanzada contra una población en la que incluso niños, presas inocentes de las políticas bélicas de otro gran orate, padecen la hambruna y la muerte que deviene de la mezquindad de un gobernante y de un pueblo cuya memoria suele amañarse a conveniencia propia, en vez de integrarse a una consciencia colectiva. El mundo no puede seguir siendo el plató de holocaustos. Las más de mil personas que los salvajes de Hamás borraron de Israel ese funesto siete de octubre deben ser una razón poderosa para frenar la guerra, no para propagarla.
Ciento cincuenta y dos niños(as) han muerto a la fecha por desnutrición en Gaza. Desnutrición generada por un bloqueo que Israel mantiene en ese lugar del mundo en que la muerte parece ser la más cercana opción de escape del infierno. Ni la flotilla Global Sumud, que transportaba ayuda humanitaria, logró su cometido. El plato está servido, y lleva por nombre ‘Genocidio’. Lo ha preparado Netanyahu. Que Dios y la historia lo juzguen y sentencien a cabalidad.
@catarojano