La palabra “Grotesco” es el calificativo acertado que escogió nuestro maravilloso columnista Óscar Montes el pasado domingo para señalar el impacto altamente negativo que tuvo en el país e inclusive en el exterior, la sentencia a los exintegrantes de la cúpula de la Farc que fueron perdonados por el país después de sus vidas dedicadas al asesinato y toda clase de delitos consagrados en los códigos. Colombia está estupefacta ante este proceder que después de siete años de espera vomita semejante esperpento que avergüenza a nuestro país.
No sabemos en cuál destino terminará este embrollo y esta nueva situación jurídica. Pero las preguntas de los miles de familiares víctimas, de la Justicia Ordinaria, de todo colombiano con cinco centavos de raciocinio es: ¿Entonces es válido asesinar para después, como castigo, nos pongan a sembrar árboles? En donde podemos explicarles y cómo a los niños del ayer que vieron morir a sus padres de las manos de estos reconocidos asesinos; ¿cuál es la pena recibida?
Tenemos una formación jurídica, nos enseñaron en las aulas por cinco años con los más destacados penalistas del país en la época, que todo delito tiene su castigo con sus escalas de gravedad o atenuadas con múltiples señalamientos. Sobre todo cuando está la vida por delante. La escuela italiana del Derecho Penal, suma máxima de la sabiduría de la justicia en este campo, históricamente nos enseñó que los atenuantes en este sentido son muy rigurosos y que la vida es la más alta calidad humana por respetar desde el ángulo de la ley. El altamente calificado penalista Iván Cancino escribió en EL HERALDO, el pasado 20 de septiembre, que “para nuestra vergüenza colombiana, a los delincuentes lo que se les impuso fue una sanción simbólica”. Eso vale la vida para nuestra ley. ¿En dónde aprendieron Derecho los miembros de este JEP?
De ahora en adelante, con una Presidencia que reduce penas a los delincuentes para sentarlos a su lado en los discursos de plaza abierta, que suspende términos judiciales para abrir diálogos con asesinos, que habla de una paz total y lo que hace es incrementar el delito a cifras estadísticas espeluznantes, y todo este entorno, lo que se nos avecina es quedar expuestos sin protección alguna a la ola de delincuencia que está acabando con el país. En Barranquilla, para no ir muy lejos, los números ya establecieron que tres asesinatos se suceden a diario, por mil motivos a veces estúpidos, y esto concentra noventa muertes violentas al mes y totaliza más de mil al año, o sea, cada año aquí en nuestra tierra estamos sembrando la impunidad y en la capital la vergüenza salvajemente grotesca.