Negar la realidad se ha convertido en una práctica habitual para el presidente de los colombianos, Gustavo Petro, quien incorpora con destreza “la mentira” en su discurso de forma natural, cínica, desafiante y descarada tal vez producto de los desordenes ocasionados en su retorcida mente.

Afirmaciones como que “El Tren de Aragua no constituye un grupo terrorista; Los jóvenes a bordo de las embarcaciones cargadas de droga son meras víctimas de circunstancias adversas, El gobierno de Estados Unidos es un genocida por sus bloqueos económicos; La mayoría de los narcotraficantes son rubios de ojos azules y guardan sus fortunas en los bancos más grandes del mundo, y no viven ni en Bogotá, Caracas, el caribe ni en gaza, sino que viven en Miami y son vecinos del presidente de los Estados Unidos, viven en New York, París, Dubái, donde hay lujos y no pobreza, pero los misiles los tiran donde hay pobreza; El petróleo es más peligroso que el fentanilo; El Cartel de los Soles no existe; o En Colombia no ha aumentado la tasa de homicidio y tenemos la tasa de desempleo más baja del siglo” son numerosas las afirmaciones falaces ; y en la mente del presidente son tan reales que parecen haberse transformado en verdades absolutas.

Esta distorsión de la realidad y la verdad, es tal vez debido a un trastorno psicológico que se manifiesta a través de la mentira compulsiva, persistente y reiterada, que ha convertido a Petro en el mayor mitómano en la historia de Colombia, una vergüenza para el país ante el mundo.

La mitomanía puede tener repercusiones en la vida personal de cualquier individuo, pero cuando el mitómano es el jefe de un Estado que alberga a cincuenta millones de personas, el daño colateral que se genera es inconmensurable.

A lo anterior se suma la cleptomanía de sus más cercanos colaboradores y de muchos militantes del Pacto Histórico, quienes han sumido a Colombia en un profundo estado de pobreza, desgracia y corrupción. Personajes como Benedetti, Barrera, Quintero y Bolívar se devoran entre sí, en una lucha canibalística por el poder, y carecen de identidad e ideales.

Estos actores continúan manipulando al mitómano, minando la institucionalidad, la cohesión social y la economía del país.

Que Dios nos proteja; que nuestras oraciones sean atendidas y que aquellos que hacen daño a la patria enfrenten una condena ejemplar.

Es momento de que la justicia prevalezca y que la era de la impunidad llegue a su fin.

No podemos permitir que los mitómanos y cleptómanos sean quienes gobiernan.

@lavozdelderecho