El Nobel de Química de 2024, otorgado a Demis Hassabis y otros investigadores por el desarrollo de AlphaFold, una aplicación que predice la estructura de las proteínas, fue un campanazo mundial: la inteligencia artificial (IA) dejó de ser un asunto de laboratorios de tecnología para convertirse en una herramienta concreta de la medicina. Gracias a esta innovación, descifrar la forma de miles de proteínas —pieza clave para diseñar fármacos— pasó de ser un proceso de años a resolverse en cuestión de horas. Ese salto abre el camino hacia terapias para el cáncer, enfermedades raras y males infecciosos.
Pero AlphaFold es solo la punta del iceberg. Hoy la IA ya está ayudando a médicos en múltiples frentes. Algoritmos de visión computacional, por ejemplo, superan en precisión a radiólogos en la detección temprana de tumores de mama en mamografías o nódulos pulmonares en tomografías. Sistemas como PathAI mejoran el diagnóstico de biopsias, reduciendo errores que pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte.
En salud pública, la IA predice brotes epidémicos con base en datos ambientales, climáticos y de movilidad. También hay avances en medicina personalizada: algoritmos que analizan el genoma de un paciente y recomiendan tratamientos específicos, ajustando dosis y combinaciones de fármacos para aumentar su eficacia y reducir efectos secundarios. Lo que antes era un ideal de la medicina de precisión empieza a ser realidad gracias al poder de cómputo de la IA.
Un desarrollo más reciente es Delphi-2M, creado por el Laboratorio Europeo de Biología Molecular y el Centro Alemán de Investigación Oncológica. Publicado en Nature hace pocos días, este modelo puede predecir, con base en historiales clínicos de millones de personas, la probabilidad de que un paciente enfrente más de 1.000 enfermedades en el futuro, desde Alzheimer hasta infartos. Aunque aún no está listo aún para hospitales, muestra cómo la IA no solo diagnostica o descubre tratamientos, sino que también empieza a anticipar la salud de toda una vida.
Incluso en la vida cotidiana la tecnología se acerca a nuestro cuidado: relojes inteligentes que monitorean el corazón y avisan de arritmias; aplicaciones que detectan patrones de sueño y estrés; chatbots médicos que orientan a millones de personas sin acceso fácil a un profesional.
Lo cierto es que la inteligencia artificial ya está cambiando la forma en que nos diagnosticamos, nos tratamos y nos cuidamos. El mundo tiene ante sí la posibilidad de una medicina más predictiva, incluyente y transformadora, si sabemos encaminarla con visión y ética.
@RPlataSarabia