Por primera vez, la izquierda colombiana enfrentará unas elecciones parlamentarias siendo fuerza de gobierno. El Pacto Histórico, coalición que llevó a Gustavo Petro a la Presidencia en 2022, competirá en marzo de 2026 con el respaldo institucional que nunca antes tuvo este sector político.
En las legislativas pasadas, el Pacto Histórico obtuvo 20 curules en el Senado y 27 en la Cámara de Representantes, un salto histórico que lo consolidó como la principal fuerza del progresismo. Sin embargo, quedó lejos de la mayoría absoluta y dependió de alianzas con partidos tradicionales que se desmoronaron con rapidez, bloqueando varias de sus reformas clave.
El escenario de 2026 combina ventajas y riesgos. La coalición llega más organizada: por mandato legal, los trece partidos que la integraban debieron fusionarse en un solo movimiento, lo que evitará la dispersión del voto de izquierda. Con listas únicas, podrían incluso superar el 17,6 % de votación nacional que lograron en 2022.
Pero el desgaste del Gobierno es evidente. Según la encuesta Invamer de agosto de 2025, la gestión de Petro registra 37 % de aprobación frente a un 58 % de desaprobación, y el 64 % de los ciudadanos cree que el país “va por mal camino”. A esto se suma la derrota de candidatos petristas en las elecciones regionales de 2023, incluida Bogotá, que encendió alarmas en la coalición oficialista.
La oposición, aunque fragmentada, apuesta a capitalizar ese descontento con un discurso de contrapeso: frenar la concentración de poder del Gobierno. Si logra cohesionarse, podría reducir el margen de crecimiento del petrismo en el Congreso.
El desenlace será decisivo. Una bancada más amplia daría al Pacto Histórico herramientas para impulsar reformas y blindar el legado de Petro, incluso si pierde la Presidencia. Pero un voto de castigo podría dejarlo con un Congreso adverso, obligado a negociar cada paso y con un proyecto político debilitado en la recta final del mandato.
El país se juega mucho más que un simple resultado electoral. Un Congreso copado por el petrismo sería la puerta abierta a un poder sin frenos: reformas estructurales sin debate, polarización institucional y una ofensiva para tomarse la rama judicial, evidente en su intento de asegurar mayoría en la Corte Constitucional este miércoles. Colombia no puede convertirse en el feudo de un proyecto personalista ni en un laboratorio de improvisaciones; estas elecciones son un referendo silencioso entre permitir más concentración de poder o defender el equilibrio democrático que tanto ha costado construir.