La libertad de Álvaro Uribe Vélez y de Diego Cadena son la confirmación de que en Colombia la libertad debe ser la regla y la cárcel la excepción, ni importar colores políticos. Y, al mismo tiempo, representa una pequeña batalla ganada en el camino de demostrar que no todo en estos procesos se ha manejado con el rigor que debería exigirse.

El Tribunal que decidió devolverle la libertad al expresidente señaló que los argumentos de la juez que la había negado eran más bien subjetivos e incluso, se calificaron de vagos. Es decir, que no se justificaba mantener a alguien privado de la libertad con razones tan frágiles. Y eso es fundamental: porque si la medida más dura que tiene el sistema penal, la de encerrar a alguien antes de una condena, se toma con base en impresiones personales, lo que se pone en juego es el sentido mismo de la justicia y su legitimidad.

Algo parecido pasa con Diego Cadena, cuyo proceso ha estado lleno de titulares ruidosos, de presiones mediáticas, de acusaciones desmedidas y testigos falsos, pero donde poco a poco se van desmontando las piezas que pretendían pintarlo como culpable de todos los cargos antes de tiempo. Cada decisión favorable, cada revisión de un tribunal que corrige los excesos, son pequeñas batallas ganadas en la guerra más importante: la de probar la inocencia.

Algunos han querido comparar estos casos con el de Epa Colombia. Pero conviene recordar que incluso ella fue privada de la libertad solo hasta cuando la Corte Suprema resolvió la casación, esto es, al final del proceso, cuando no había más instancias. Esa diferencia es clave. Lo de Álvaro Uribe y Diego Cadena no es un privilegio: es la aplicación del mismo principio que nos protege a todos.

Lo que debe quedar claro es que el proceso penal no puede ser un castigo adelantado, ni un escenario para venganzas políticas y que la presunción de inocencia solo se desdibuja con un fallo en firme. Privar de la libertad a alguien sin una condena firme solo se justifica en casos excepcionales, y los jueces tienen el deber de argumentarlo con solidez, no con afirmaciones vagas ni con percepciones personales.

Hoy, tanto Uribe como Cadena siguen enfrentando procesos, pero lo hacen en libertad, como debe ser. Y en ese camino, estas pequeñas batallas judiciales son pasos firmes hacia la meta mayor: demostrar que detrás del ruido, de la presión mediática y de las subjetividades, lo que hay es la posibilidad real de probar su inocencia.

Porque al final, defender la libertad no es defender a una persona en particular: es defender la idea misma de justicia.

@CancinoAbog