Conocí al senador Miguel Uribe Turbay en mi oficina en la Fiscalía General de la Nación en el 2022. Luego volví a conversar con él y con sus compañeros del partido Centro Democrático en una reunión en el hotel Hilton de Corferias, el 14 de marzo de 2023 donde se discutió sobre el proyecto de ley de sometimiento que el gobierno de Petro pretendía imponer para beneficiar a diversas organizaciones criminales.
La última vez que lo ví y conversé con él fue en el debate de precandidatos presidenciales que organizó Asobancaria en Cartagena de Indias el 5 de junio de 2025, tres días antes de su atentado. En el salón donde nos ubicaron antes de entrar al auditorio nos saludamos amablemente. Su actitud siempre fue positiva, conversamos todos los participantes sobre las reglas de juego en el debate y compartimos observaciones sobre el país. Incluso allí Miguel hizo una mención a su familia y a su hijo Alejandro.
Miguel era un hombre estudioso y disciplinado. Cada exposición suya sobre los temas era juiciosa. Su formación como abogado de la universidad de los Andes, su maestría en políticas públicas de la Universidad de Harvard y su trayectoria como Concejal de Bogotá, Secretario de Gobierno de la Alcaldía de Enrique Peñalosa y Congresista le daban la seguridad para afrontar los retos políticos que tenía al frente. Su candidatura a la Alcaldía de Bogotá y la precandidatura a la presidencia de la República por el partido “Centro Democrático” evidenciaban una madurez que le permitía entrar en debates con profundidad.
Su pensamiento era claro. Quería, como queremos muchos, el retorno a la seguridad en los territorios, que se respeten las instituciones, el estado de derecho y que la Constitución de 1991 no se pase por la faja. Sus ideas estaban centradas en la seguridad, en la confianza y la recuperación del tejido social del país. Estas ideas son las que hemos venido repitiendo hasta la saciedad para recomponer a Colombia.
Lo más triste de su vil asesinato es que se marchita parte de la esperanza del país. Se apaga un líder de una nueva generación que se asomaba con responsabilidad en la vida pública colombiana. Miguel Uribe era un buen ser humano, un buen padre de familia y un esposo ejemplar conforme la información que hemos venido conociendo los colombianos.
Su muerte evoca la de su madre Diana Turbay en 1991. En ese año la violencia del narcotraficante Pablo Escobar se la arrebató dejándolo huérfano a los 4 años de edad. Hoy la violencia mafiosa de nuevo mató a un candidato presidencial y dejó a Alejandro de 4 años sin padre.
Lo ocurrido con Miguel es síntoma de la enfermedad que hoy agobia al país. Los criminales gobiernan, el narcotráfico pulula, la injusticia campea, la corrupción se justifica y la inmoralidad se erige como regla de conducta en el Palacio de Nariño. Que no se nos olvide que Petro dijo que el pueblo debía “ borrar congresistas” que votaran en contra de sus deseos y que debía enarbolarse en Colombia la bandera de “ guerra o muerte” delante de miles de sus seguidores extremistas.
Sus ataques contra la oposición, contra la Constitución de 1991, contra las instituciones, su visión en favor de la criminalidad y la muerte del senador y candidato presidencial Miguel Uribe quedarán en la memoria y la historia de lo que fue su mandato presidencial. La historia lo recordará.
Envío un mensaje de condolencia a su familia. Miguel Uribe Turbay, un colombiano que quedará grabado en la historia y en la memoria del país. De ese lugar no lo sacará nadie.
Ex fiscal general de la Nación.
Profesor del Adam Smith Center for Economic Freedom, Florida International University (FIU)
@FGFBarbosa