María Claudia Tarazona agradeció a Dios por concederle dos meses para prepararse para el tremendo golpe. Fueron, sí, dos meses de angustia y zozobra en los que la incertidumbre se convertía en esperanza, pero ayudaban a asimilar la lamentable fractura del núcleo familiar que había construido con Miguel Uribe Turbay. La familia es la estructura de la vida, y asistir a su fragmentación es la más dura prueba para cualquier ser humano. Son golpes muy difíciles de asimilar, y lo han sido para ella, para sus hijos, su hermana Carolina, su padre que perdió a su único hijo, su familia, para su partido el Centro Democrático, y para toda Colombia.
Inconcebible que un niño de sólo cuatro años crezca sin su padre, tal como le tocó a Miguel crecer sin su madre en una especie de trágico sino familiar para quienes luchan por este país. Pareciera tratarse de un complot para desestimular y bloquear a aquéllos que osen oponerse a los desvalores. En Colombia se creían superadas las épocas de la violencia política selectiva, pero el vil asesinato nos indicó que no, que siguen latiendo los corazones envenenados empeñados en destruir todos los principios y valores que se han forjado con dificultades y problemas, pero con irrenunciable tesón. El país no se va a dejar, no va a permitir su pérdida.
En todo acto vandálico, perturbador, o sicarial hay un componente ejecutor; un componente determinador y, complementando, un componente instigador. Los tres componentes pueden conformarlo personas o individuos, grupos, y hasta circunstancias. Ello hace que la determinación de culpabilidad sea extendida, y más difícil de establecer en forma individual.
En el vil asesinato de Miguel Uribe Turbay intervinieron los tres componentes. Capturado el ejecutor, se indaga sobre el determinador, pero no se inquiere mucho sobre el instigador: el país sabe que fueron los odios.
Miguel Uribe Turbay era un joven líder muy aguerrido, defensor de la patria, frentero contra los desvalores y contra el petrismo. Su carisma lograba que fuera muy apreciado por todos. Lástima que los odios hayan impedido que Álvaro Uribe pudiera acompañarlo en su último viaje, y expresar personalmente su pesar a María Claudia Tarazona. Desde aquí enviamos sentidas condolencias a todos los miembros de su familia del Centro Democrático, y en especial al senador Carlos Méisel, su vecino de curul y compañero de las incursiones musicales, pasión que compartían. Dios guarde al joven mártir de la democracia.
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