A finales de 2023, publiqué en este espacio una reflexión sobre la crisis de los modelos universitarios, justo cuando todavía se sentía el impacto emocional de una reestructuración laboral que provocó la salida de un grupo significativo de colaboradores de nuestra querida Universidad del Norte.
Aquella columna fue como echar sal en una herida, pero necesaria, porque a veces es indispensable nombrar lo que duele para contribuir a los procesos de transformación.
Así como en su momento elevé la voz en tono crítico, hoy reconozco la rigurosa planeación detrás del nuevo modelo educativo de la Uninorte. Este proceso no solo atendió las voces de docentes y estudiantes, sino que también integró a sus egresados, a la comunidad internacional y al sector empresarial.
Debo decir que me honró profundamente haber sido invitado a ser parte de ese proceso, junto a un nutrido grupo de empresarios del Caribe. Y me alegra que nuestras ideas hayan sido escuchadas y tenidas en cuenta.
La semana pasada nos socializaron el nuevo modelo educativo, evento al cual asistí con un poco de escepticismo. Pero a medida que avanzaban las presentaciones, algo cambió. Me fui emocionando. Me fui re-enamorando. Porque lo que vi no fue un simple rebranding académico, sino una propuesta alineada con las nuevas realidades del mundo laboral y las tensiones sociales contemporáneas. Un objetivo genuino de formar profesionales que no solo sepan hacer, sino que sepan pensar, ser y evolucionar.
¿Qué implica esto? Competencias esenciales como la adaptabilidad, el pensamiento crítico, la comunicación efectiva, la gestión emocional, la inteligencia digital y la capacidad para aprender de manera continua. El nuevo modelo pone a las tecnologías emergentes como ejes transversales, sin perder de vista la dimensión ética, humana y social.
Aplausos de pie para el equipo liderado por el rector Adolfo Meisel Roca, el vicerrector académico Alberto De Castro, José Aparicio (decano del Instituto de Estudios en Educación) y Johanna Quiroz (coordinadora del nuevo modelo educativo).
El plan es claro, valiente y pertinente. El reto ahora es que las decanaturas y el cuerpo docente lo terminen de integrar. Que se repiensen las clases, las dinámicas participativas y los formatos de evaluación. Esto requiere conciencia, voluntad y coraje.
La transición no va a ser fácil. Pero esta universidad ya ha demostrado que sabe avanzar sin perder el norte. Incluso cuando le toca tomar decisiones dolorosas. Así que ánimo. Orgullo Uninorteño, siempre.
@eortegadelrio