Tras 10 años de guerra en Troya, Ulises (Odiseo en griego) emprendió regreso a su hogar, Ítaca. Era un viaje de 10 años y, advertido por la diosa Circe del bello pero mortal canto de las Sirenas, Ulises ordenó tapar con cera los oídos de sus remeros y se hizo atar al mástil del navío. Si por el hechizo pedía ser soltado, advirtió: “Desmas me sphingete mallon” –Apretad más mis ataduras–. Fue el único humano que oyó el canto y sobrevivió a las sirenas, devoradoras de aquellos infaustos seducidos.

Google acaba de firmar un importante acuerdo corporativo de energía hidroeléctrica por valor de US$ 3.0 billones con Brookfield (gigante canadiense que firmó también el más grande acuerdo corporativo histórico con Microsoft, para suministrarle energía de diferentes fuentes en 5 años, equivalente a 50% de la capacidad de Colombia). Google busca abastecer sus centros de datos con electricidad firme, limpia y constante. Dos plantas en Pensilvania serán reacondicionadas para alimentar la creciente y exigente demanda de energía que requiere la inteligencia artificial (IA). La decisión no es romántica ni ideológica, es técnica y urgente. La IA no funciona si no hay voltaje constante y eso no lo garantiza ni el viento ni el sol. Por eso Google no firmó con una granja solar ni con molinos de viento, apostó por hidroeléctrica. Las grandes necesidades tecnológicas no se suplen con la fuente más barata, o la más aplaudida en conferencias climáticas o ambientales, si no con la que no falle. La que mantenga funcionando sus servidores cuando el clima no coopera, en una transición energética realista, basada en seguridad y estabilidad. Para Colombia la analogía es inevitable. El potencial más fuerte de energía renovable del país está concentrado en el Caribe, en La Guajira, donde brilla el sol y sopla el mejor viento del hemisferio. Pero sin infraestructura de transmisión esa energía se quedaría allá atrapada. De ahí la importancia del proyecto Colectora, que conectaría los parques eólicos y solares de la región con el centro del país a través de dos líneas de alta tensión. La inversión de cientos de millones de dólares incluye 475 kilómetros de líneas y más de 1.000 torres. Sin esa conexión, el potencial renovable del norte colombiano es fútil. Sería equivalente a que Google instalara sus centros de datos para IA sin asegurar suministro eléctrico, un gran error estratégico. Colombia tiene recursos: agua, viento, gas, sol, pero necesita inversiones en infraestructura robusta, que conviertan el potencial en realidad.

Muchos han entendido y Google y Microsoft confirman lo que tantos niegan: la IA no puede flotar sobre energía volátil. Por lo tanto, como Ulises, deciden atarse firmemente al mástil de la energía firme y no al de la opción inestable e intermitente del sol y del viento sin respaldo. Evitan así sucumbir al canto seductor, pero riesgoso, de las sirenas energéticas ambientalistas sin soporte.

@achille1964