Ha sido una semana especialmente difícil para el país. Mientras Colombia sigue en vilo por la vida de Miguel Uribe Turbay y se deteriora la seguridad en los territorios, la institucionalidad continúa debilitándose con el decretazo de la consulta popular y la amenaza de una Asamblea Nacional Constituyente que podría ser convocada en abierta contradicción con la Constitución. Colombia atraviesa uno de los momentos más complejos de los últimos años, y los ciudadanos no saben dónde enfocar su atención ante la avalancha de noticias desalentadoras.

El atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay reabrió las heridas de un país que ha sufrido la violencia política en todos sus niveles. Mientras el país intenta procesar un ataque que no tiene nombre, también enfrenta una nueva ola de violencia en los territorios —especialmente en Cauca y Valle del Cauca— a manos de las disidencias de las FARC, dirigidas principalmente contra la Fuerza Pública.

En este escenario de creciente inseguridad y violencia, el gobierno responde de manera errática. El presidente y su gabinete insisten en promover una idea contraria a la Constitución y a la ley, apelando a argumentos de orden filosófico que pretenden desvirtuar la vigencia del orden jurídico vigente. Esta situación no solo representa un desafío institucional, sino que genera una profunda incertidumbre entre los ciudadanos, que ya viven en un estado permanente de desasosiego. Nadie sabe qué traerá el día siguiente: una marcha, un decreto, el cierre de una carretera o del transporte público, un escándalo de corrupción o una incoherencia discursiva que amplíe aún más el desconcierto nacional.

Tal vez la política actual se inspire en el adagio “confunde y reinarás”, porque pocas estrategias resultan tan eficaces para debilitar la institucionalidad como sumir a un país en la confusión, a punta de anuncios contradictorios, decretazos y citas grandilocuentes a Hegel y Heráclito durante las alocuciones presidenciales.

¿Qué puede hacer el país frente a esta situación?

Primero, es fundamental mantener el pensamiento crítico. En tiempos de caos, aferrarse a posturas radicales solo agrava los problemas y dificulta su solución.

Segundo, se requiere templanza: conservar la calma y la claridad en medio de la agitación y el miedo.

Tercero, es clave informarse a partir de diversas fuentes confiables y evitar depender exclusivamente de redes sociales, que se han convertido en caldo de cultivo para la desinformación.

Cuarto, no podemos anestesiarnos frente a la realidad nacional, que hayamos atravesado situaciones similares en el pasado no significa que lo que ocurre hoy sea menos grave. Debemos responder con serenidad, pero también con firmeza.

Y por último, es imprescindible abstenerse de recurrir a la violencia verbal o discursiva. Este tipo de expresiones solo profundiza la polarización y hace un daño inmenso a la cohesión social del país.

@tatidangond