Tener grandes expectativas en las personas con las que compartimos la vida es una de las fuentes más grandes de decepción y frustración. Cada uno es solo responsable de desarrollar su esencia y, en esta medida, de cumplir sus propias expectativas. A veces esperamos de los otros lo que no quieren ni pueden dar. No porque sean malas personas, sino porque sus intereses y sus opciones son otras. Tener claro esto nos exige relacionarnos con los demás desde la mayor verdad, libertad y responsabilidad posible.
Tenemos que ser claros en quiénes somos y qué estamos dispuestos a dar en nuestras relaciones. Que los otros sepan a qué atenerse con nosotros. Para ello se requieren expresiones claras y coherentes de nuestro ser, y el compromiso con la sinceridad. Que el otro sepa desde el inicio qué no puede esperar de nosotros. La ambigüedad —tan característica de los humanos— es siempre fuente de conflictos innecesarios.
Tenemos que entender que el mayor compromiso que tenemos es con nosotros mismos, con nuestros propios deseos e ideales. Saber que, más allá de cualquier aprobación, está la coherencia con lo que somos y queremos. No somos esclavos de ninguna expectativa; solo necesitamos vivir desde los diques éticos y morales que hemos decidido, y desde la legalidad que la sociedad en la que vivimos nos exige. Somos libres. Y eso nos da el derecho de decepcionar a algunos. Es preferible eso a terminar los últimos días de nuestra vida sintiendo que nos decepcionamos a nosotros mismos.
Tenemos que asumir las consecuencias de vivir de esta manera concreta. Y eso es ser responsables. Vivimos con otros y no podemos dañarlos ni usarlos como si fueran cosas para nuestro provecho. Esto implica actuar con bondad, solidaridad, compasión y libertad. No culpemos a otros de lo que nosotros mismos hemos generado. Es mejor aceptar las consecuencias con firmeza y realismo que creer que acusar a otros de culpables nos libera de lo vivido.
Las relaciones enmarcadas en estas tres variables no solo serán más reales, sino que nos ocasionarán menos dolor. Los demás son como son. Así como son con otros, serán contigo, y eso tú lo tienes que saber y vivir desde la verdad, la libertad y la responsabilidad. El amor sabe comprender esta realidad y vivirla a plenitud. Hoy hay que hacer un momento de silencio y buscar soltar tantas expectativas que tenemos con los demás. La espiritualidad debe ayudarnos a esa liberación y al compromiso solidario de la felicidad. Ya que tengo la certeza de que esa es la relación que podemos tener con Dios. Al fin y al cabo, eso es amar: soltar