Un síntoma recurrente de patología social es el exceso en la búsqueda de aprobación, reconocimiento o protagonismo. Procurar las primeras posiciones, las jefaturas, líneas de mando o roles de vanguardia hace que se popularice la idea de que hay que brillar así sea en la oscuridad.
El estilo es un asunto esencial en la personalidad. Constituye la ventana del carácter protegiendo la imagen, al tiempo que muestra la apariencia en el ámbito de la expresión propia de las emociones, los sentimientos o las aspiraciones personales y colectivas. Así cómo cada individuo posee identidad propia también las sociedades poseen estilo nacional.
Guardar las formas, protocolos, usos, prácticas y costumbres no es un hábito asociado a la terquedad. Implica la consideración de los buenos ejemplos y las conductas o decisiones que han sido favorables o capaces de resolver problemas. Ignorar los errores del pasado es una muestra notoria de la especulación.
Asistimos a la obra cumbre de la superstición en el momento en que decidimos asumir propuestas alejadas de un propósito claro, una visión planificada y un procedimiento adaptado a normas eficaces, eficientes y efectivas. La burla se vuelve la ironía de la ignorancia si cree que al reír demuestra superioridad.
Creer que algo es verdad por la cantidad de personas que lo siguen, es un criterio asociado a factores muy distintos a la certeza. Las convicciones no necesariamente están supeditadas a favoritismos, mayorías o un alto nivel de aceptación: La precisión es uno de los más elevados significados de la autenticidad. Al contrario de la vaguedad, la incertidumbre o la improvisación, lo preciso sabe aislar a la duda, los miedos y la desconfianza.
La populanada es el descontrol permanente de la personalidad, buscando reconocimientos, méritos, honores, privilegios, exaltaciones, condecoraciones, respaldos, seguidores, fanaticadas y partidarios, sin el contenido o las cualidades que generen amplios niveles de admiración de forma espontánea o natural. Es la multitud inorgánica en la cultura digital. La adicción que quiere convertir los ojos de los demás en espejos de sí mismo. El celo de la mediocridad.
La popularidad se ha vuelto un sinónimo de las preferencias y la mayoría de la gente quiere exhibir su vida sin considerar los propios riesgos de la exposición de su fuero privado. Parece que importa figurar, aunque lo que se muestre no tenga nada de atractivo o agradable. La nada se vuelve todo en el discurso vacío y el liderazgo incapaz de demostrar su potencial.
El contenido es el gran reflector de la imagen. ¿Has visto una populanada?
@JulioCesarHT