Ser presidente de un Estado conlleva además del cumplimiento de las calidades que exige el cargo, hace imperativo tener unas excelsas condiciones personales, psíquicas, física, académicas e intelectuales, requisitos para desempeñar sin duda el cargo más importante de un país.

La majestad del cargo de presidente de un país exige además de las condiciones anteriormente señaladas, compele un comportamiento público del mandatario, diferente al de una persona promedio.

Los presidentes por supuesto tienen vida privada, debilidades y pasiones como cualquier mortal. Sin embargo, cuando la vida privada trasciende al ámbito nacional, no precisamente por ser un modelo de vida, sucede un choque con la majestad que el cargo reclama.

Que el presidente Petro sea o no sea: infiel, mal padre de familia, drogadicto, alcohólico o corrupto habrá que probarse.

Pero lo realmente censurable es que el Petro, con sus acciones haya desnudado su “vida privada”, sin hacer nada por disipar las dudas que le ciernen, mostrándose sin intención de aclarar a la opinión su comportamiento ni mucho menos en preservar la majestad de la Presidencia de la República que ostenta.

Es decir, el señor Gustavo Petro ha demostrado que no le importa aclarar el presunto desastre de su “vida privada”, personal e íntima, menos presta atención a que sea la comidilla diaria de la Nación e insiste en tirarse a su familia mostrando sin pudor el desastre de su vida.

Ese despropósito de vida de Petro no sería censurable sino que interfiriera la órbita de lo público, porque al fin de cuenta es su “vida privada” hecha pública por él mismo sin importarle nada. Tal circunstancia, socava la majestad de la institución de la Presidencia de República de Colombia, como nunca en la historia republicana presidente alguno lo había hecho.

La entrevista de Juanpis González al presidente Petro devino en el entierro de pobre de la institución presidencial en Colombia. Vergüenza ajena sentimos los televidentes al observar como un avezado entrevistador hizo trizas a la personalidad bastante desmejorada de Gustavo Petro Urrego y éste como terminó de sepultar la ya desacreditada majestad de la Presidencia de la República Colombiana.

La entrevista fue un desastre colosal para Gustavo Petro y para la Nación Colombiana, mostró el circo del país en que vivimos, una sociedad sin valores, el deterioro de la política colombiana, corrupción e irrespeto.

La culpa de la debacle en que vivimos no es de Petro exclusivamente, es atribuible a una clase política que le da la espalda a los más caros intereses de la Nación; a la falta de cultura política del ciudadano elector; a la desigualdad social extrema; al narcotráfico; al saqueo público y cultura del dinero fácil, perenne en la sociedad colombiana.

Al fin de cuenta Petro es otro personajillo de los muchos, en quienes la Nación se equivocó, llevándolo a la Presidencia de la República. Esos errores cuestan y los estamos pagando caro. Este espejo no puede repetirse en 2026, infortunadamente no se vislumbra un estadista en la palestra garantía de un verdadero cambio.

@orlandocaba