Para nadie es un secreto el apoyo de John Jairo Velásquez, alias Popeye, al senador Álvaro Uribe Vélez, expresado en las marchas y en sus airadas defensas. Sin embargo, no siempre fue así. Hace dos años, en una entrevista para Univisión, el lugarteniente de Pablo Escobar hizo acusaciones muy graves sobre el expresidente. Dijo que Uribe era el dueño de Medellín y que cuando había sido director de la Aerocivil, durante el gobierno de Turbay Ayala, autorizaba las pistas para transportar cocaína. En esa ocasión también dijo que Uribe autorizó la construcción de la pista de la hacienda Nápoles desde donde salían los aviones cargados de droga hacia la Florida. En otra entrevista, cuando el periodista Yezid Baquero le preguntó qué tan cercana estaba la Aeronáutica Civil a las rutas de Pablo Escobar, contó que la pista de la hacienda Nápoles nunca fue bombardeada porque era una pista autorizada.

Velásquez ha sido generoso en las entrevistas, habla sin parar, proporciona detalles y le gustan los reflectores. Parece sentir cierta satisfacción cuando cuenta cómo fue cuando apuñaleó por primera vez a un compañero en el recreo del colegio, le gusta mostrar sus contrastes como si fuese una estrella, una suerte de rock star de los matones. El público enardecido lo aplaude, exaltado como un ícono vivo dentro de la cultura narcoparamilitar. Se empezó a consagrar como un youtuber que pasaba entre las confesiones morbosas de sus crímenes hasta una imagen de un ser humano renovado. Maldijo al Papa en nombre de Jesucristo y le llamó comunista, y cada vez que pudo publicó homenajes a su expatrón, Pablo Escobar.

En las últimas semanas protagonizó nuevos escándalos como un agitador en la contienda electoral. Como un demente delirante empezó a hablar de combate, ayudas con armas y, medicinas y maldiciones a quienes apoyaran a uno de los candidatos. En sus publicaciones se asumió como el general del gran capo Pablo Escobar, aseguró tener el apoyo del Ejército y la Policía, parecía logofrénico anticipando la guerra por venir, su frase más emblemática fue “si no me puedo expresar, mi fusil hablará por mí”.

Por todas las amenazas desatadas a los miembros de una colectividad política, el senador Iván Cepeda interpuso una denuncia en su contra. Sin embargo, ‘Popeye’ parecía más intocable que nunca, más megalomaniaco, y fue ese el momento en el que el país se sorprendió con la noticia de su captura. De todos los insoportables desmanes, resultó con un proceso por extorsión que lo ha puesto nuevamente entre rejas.

Pero estos titulares de prensa no llegaron solos. Casi al lado aparece la noticia de la nueva publicación en The New York Times que asegura que Álvaro Uribe Vélez fue acusado de tener vínculos con narcotraficantes, según cables recientemente desclasificados por el Departamento de Estado de Estados Unidos. Es posible que, entre delirio y delirio, ‘Popeye’ haya dicho una que otra verdad.

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