Servicio militar para mujeres: la pasión y resiliencia de las soldados de la Costa, héroes de la patria

El llanto y la risa. La alegría y la tristeza. La ilusión y la melancolía. El puente que unió dos orillas por un hecho puntual. Eso está reflejado en el rostro de Yugleisy Méndez Castro, una soledeña de 19 años a quien se le anegan de lágrimas el marco de las gafas cada vez que compara su difícil ayer con su próspero presente. Hay dolor y, al mismo tiempo, una sonrisa blanquísima de oreja a oreja. La ironía de la vida marcada en una cara.

A ella no le ha tocado fácil. Nadie le ha regalado nada. La tuvo difícil desde que era solo una bebé cuando su padre biológico se fue de la casa, pero ya eso es pasado pisado. No importa.

Lo que sí le causa nostalgia es remembrar las ganas que le ha tenido que meter a la vida para salir adelante. Criada en medio del arte y folclor que se respira en el barrio San Antonio, en Soledad, esta morena atlanticense tuvo que cargar bultos de cemento para ayudar a su padrastro en sus labores, tuvo que pintar, construir, sumar, restar, barrer. De cuanta cosa. Y entre esos ‘ires’ y ‘venires’, jugó fútbol, atletismo, voleibol y se convirtió en bailarina. También canta, pero no lo hace porque no le gusta.

Su preparación no es solo deportiva o artística. Estudió varias carreras técnicas y tecnológicas (coordinación de procesos logísticos, asistente contable, liderazgo efectivo y un curso de Excel avanzado) y, de no ser porque el dinero le corta su voluntad, estaría haciendo una profesional. Está más preparada que un kumis, pero –¡por fin!– hoy está cumpliendo el sueño que tanto anheló desde pequeña: ponerse el camuflado del Ejército Nacional.

Yugleisy es una de las 51 mujeres que hacen parte del primer contingente del Ejército en el Atlántico que prestarán su servicio militar voluntario de acuerdo con lo establecido en la Ley 1861 de 2017. En total, para el 2023 serán cuatro contingentes en los que se espera incorporar un total de 5.184 mujeres en los 60 distritos militares distribuidos en el territorio nacional.

Esta política institucional de inclusión, de acuerdo con lo informado por la institución, se retoma luego de 30 años. Muchas mujeres, entre los 18 y 24 años, hoy cantan victoria por esta decisión.

'Siento orgullo y me siento muy querida y orgullosa de estar en el Ejército. Aquí somos una familia. Estar aquí siempre ha sido mi sueño. Quiero tener esa responsabilidad de ser el orgullo de mis padres y mis hermanos porque van a tener mi ejemplo de que sí puedo con todo', contó Méndez desde el Batallón de Ingenieros de Combate Nº 2 Vergara y Velasco.

En el Batallón de Malambo estas mujeres llevan alrededor de tres semanas levantándose a las 4 de la mañana y, en 15 minutos exactos, deben ordenar sus catres, bañarse y cambiarse. De ahí en adelante, lideradas por la subteniente Katherine Sánchez, están dedicadas a aprender técnicas de combate, acondicionarse físicamente, aprender todo sobre la institución y ‘voltear’, sobre todo ‘voltear’. Forjan carácter y disciplina mientras los reclutas hombres las miran de reojo.

No dejan que nadie dude de ellas. No quieren rótulos de víctimas, de frágiles, de que no pueden y están dispuestas a callar bocas a todo aquel que no las entienda por fuera de la institución.

Una de ellas es María Ángel Sánchez Terraza, de 19 años, una soledeña radicada en el barrio Terranova que dejó las pasarelas por las marchas militares.

Sánchez, una mujer con porte y ojos claros, se desempeñó muchos años bajo cámaras y flashes. Portadas y catálogos. Le iba bien y, según ella, su carrera estaba en ascenso, pero el llamado patrio hizo mayor mella en su corazón. Un sentimiento que nació luego de ver durante mucho tiempo a su padre con el camuflado.

'Siempre me ha gustado mucho la fotografía, la pasarela, la moda y muchos me dijeron que eso era lo mío. Lo intenté, me fue superbién, pero lo dejé de lado para entrar aquí. Aquí me siento mucho más exitoso porque cada vez que marchamos estoy sirviendo todo lo que alguna vez quise', contó con una gran sonrisa.

La soledeña, quien intentó en su momento hacer el curso de suboficial en la Armada, pero que no pudo continuar por no saber nada, reconoce que el día a día es duro, cuesta y duele físicamente, pero que vale la pena para ella y su tropa de compañeras.

'Esto es duro, pero hay que luchar por los sueños. A los hombres les digo que las mujeres también pueden', agregó.

La opinión anterior es compartida por la malambera Maryori Contreras, de 23 años, y quien espera servirle al país con la carrera profesional que tanto quiso: sicología.

'Esto demuestra que las mujeres somos capaces de correr y hacer los mismos esfuerzos físicos de los hombres. Sí tenemos el carácter y la misma disciplina que se necesita en el Ejército', recalcó.

Todas las madrugadas cuando la cita con Morfeo es interrumpida por la diana, el toque militar al comienzo de la jornada que despierta a la tropa, estas mujeres –bilingues, deportistas, modelos, administradoras de empresas y bachilleres– no dudan en hacerse velar y ponerle empeño a portar un uniforme que les ha generado cuestionamientos, pero también mucho orgullo.

Vinieron de todos lados del departamento e incluso del interior del país, como Sara Valentina Figueroa, de 20 años, una mujer de Pitalito, Huila, que hoy se cumplió una vieja promesa luego de no tener la posibilidad de ver a su padre con el camuflado cuando era sargento de la institución.

'Es importante resaltar que en este grupo de 51 mujeres nos va a dar un plus muy importante. Cada una de ellas tienen unas capacidades personales que van a aportarle al Ejército. Hay abogadas, sicólogas, con conocimientos en tecnologías y esto sirve para nuestra misionalidad que tiene nuestro batallón en cuestiones logísticas y administrativas con la Segunda Brigada', explicó el coronel Horacio Echeverry, comandante del Batallón.

En total, en la región Caribe 93 mujeres prestarán el servicio militar. Además del grupo del Atlántico, hay 42 integrantes en Valledupar.

Según el Ejército, la institución cuenta con 1.212 oficiales y 973 suboficiales femeninas en distintos grados, armas de combate y especialidades administrativas.