Estamos a dos semanas de despedir el año más difícil de todos los que cada uno de nosotros haya vivido en su corta o larga existencia. Es cierto, no todos habremos pasado por el mismo nivel de dificultades, pero todos hemos tenido que cambiar muchas de nuestras rutinas, hábitos y costumbres.
Pero en medio de tantas tragedias quienes seguimos vivos, con buena salud, y además no hemos perdido nuestros salarios podemos contarnos entre los más afortunados. Es cierto, en muchas familias han habido fallecimientos, y no siempre por Covid-19, sino por otros motivos, porque –al menos desde mi experiencia y dado que tengo una familia muy numerosa– puedo decir que pareciera que la muerte nos ha visitado más este año que en otros. También se han multiplicado las enfermedades y no es para menos: el encierro –no siempre en residencias amplias y confortables–, la angustia de perder el trabajo, o de ser contagiados si por obligación debemos salir a trabajar, a hacer diligencias, o si en el hogar hay jóvenes –de esos que no pueden quedarse en casa porque no soportan el encierro–, la soledad, los conflictos familiares, en fin, los motivos para enfermarnos física o mentalmente en medio de una pandemia son mucho más numerosos que en épocas normales.
Nuestro señor presidente se contenta todos los días con anunciar lluvias de ayudas –que a muy pocas personas les llegan porque la mayoría se quedan entre su séquito de burócratas que lo aplauden–, pero de cosas realmente importantes como una vacunación masiva nada se le escucha decir.
De nada sirve desesperarnos, lo mejor quizá es –como los estoicos– mirar cada uno lo bueno que tenemos todavía –así sea solamente el placer de estar vivos– y seguir adelante con alegría y entusiasmo. Porque mientras tengamos vida y salud todo lo demás irá llegando poco a poco.
Reciban mi cariñoso saludo deseándoles una feliz terminación del presente año y lo mejor de lo mejor para el 2021.
Blanca Inés Prada Márquez