Aclaro no estoy de acuerdo en ningún momento con el voto comprado, pero esta es la triste realidad de nuestro querido pueblo colombiano.
Escuché por los diferentes medios de comunicaciones y a las autoridades civiles y eclesiásticas, invitar al pueblo atlanticense, a sus masas populares a que acudieran al sufragio sin comprometer su voto, que no vendieran su conciencia, pero tenemos que analizar con cabeza fría el origen de esta problemática.
Un alto porcentaje de estos compatriotas nuestros se ven en la penosa necesidad de vender sus votos, ya que el problema es de hambre, de absoluta pobreza. Con $60.000 se alimentan una semana o instalan cinco láminas de eternit en sus humildes viviendas; es de su entero conocimiento que estos politiqueros de oficio son los mismos con las mismas, nada cambia si venden o no su voto.
Quienes invitan a sufragar limpiamente tienen manjares para su alimentación con vino incluido y mansiones para descansar con sus respectivas familias. Estos señores nunca han conocido la pobreza. Reitero, el problema no es de conciencia, es de hambre, de absoluta necesidad en la que vive gran parte de nuestro pueblo colombiano.
Lic. Álvaro Rozo Niño