Persona non grata porque no les entregó los asilados que estaban en la Embajada y en la casa que él ocupaba como embajador de Colombia. Así declaró el dictador militar Augusto Pinochet a Juan B. Fernández Renowitzky, máximo representante diplomático de nuestro país cuando el cruento golpe de Estado al presidente socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
Centenares de personas, especialmente académicos, representantes de grupos sociales, sindicalistas y funcionarios del gobierno chileno llegaron hasta las dos sedes diplomáticas colombianas para ponerse a salvo de la persecución desatada por los golpistas.
Enrique Dobry Berggrun, quien era el director Nacional de Abastecimiento, entidad adscrita al Ministerio de Economía, estuvo 12 meses refugiado en la casa del embajador Juan B. Fernández Renowitzky.
“Ese año fue de angustia”, contó el exfuncionario chileno en entrevista al diario El País de Cali, en la que reconoció que como estaban rodeados por los militares llegaron a temer que la sede colombiana fuera asaltada.
Del cruento golpe, Fernández Renowitzky recordaba que aquel había sido un día “tremendo, demoledor”, que incluyó el bombardeo aéreo a la residencia presidencial que ocupaba Allende y al Palacio de La Moneda.

En su memoria estaban intactas las escenas de centenares de chilenos, y personas de otras nacionalidades, ingresando a la sede colombiana para ponerse a salvo de la represión, tanto por la puerta delantera como por el patio que colindaba con unos campos de golf. “Enviamos a Colombia dos aviones Hércules repletos”, señalaba.
Sobre la decisión de Pinochet de declararlo “persona no grata”, Juan B. Fernández Renowitzky explicaba que el comandante golpista lo “acusaba de ser amigo político de los asilados porque yo defendía el derecho al salvoconducto de ellos, para que pudieran salir lo más pronto posible de Chile, donde corrían peligro”.
Contaba que a los asilados más importantes, que eran intensamente buscados, Pinochet solo les prometía ese permiso con fecha diferida. “Es decir, no los dejaba salir, sino cuando el régimen militar lo autorizara”, lo cual, seguramente, se iba a demorar. “En la práctica lo que Pinochet proponía era una burla al derecho de asilo”, opinaba.
Ante la decisión de los golpistas, el gobierno de Misael Pastrana decidió, como procedimiento diplomático, retirar al Embajador para “expresar su inconformidad con esa interpretación acomodaticia que Pinochet le daba al derecho de asilo”, explicó en su momento Fernández Renowitzky.
“El procedimiento colombiano fue eficaz porque un tiempo después se permitió la salida de todos los que estaban en la Embajada”, rumbo a Colombia, agregó.
Años después, en 2005, el entonces presidente de Chile, Ricardo Lagos, condecoró en Cartagena a Juan B. Fernández Renowitzky, en reconocimiento a sus capacidades humanas, intelectuales y morales, y por su contribución a la cultura.
En un texto elaborado por Edwan Gabriel Vera Mendoza, que está publicado en el Repositorio Institucional de la Universidad Nacional de La Plata, se indica que tras los hechos ocurridos en 1973, que terminaron con el gobierno constitucional de Salvador Allende, la Embajada de Colombia en Chile y la Cancillería jugaron un “papel fundamental frente a la defensa y protección de los asilados por medio del ejercicio del derecho de asilo político”.
De hecho, se pudo establecer que junto a las delegaciones diplomáticas de países como México, Venezuela, Suecia, Italia, España y Perú, fueron los que más recibieron solicitantes de asilo.
Y destaca Vera Mendoza en su publicación que el trabajo de Fernández Renowitzky se extendió más allá del trámite de los asilos para chilenos; también defendió el derecho de perseguidos políticos de otras nacionalidades.
“En este contexto la embajada colombiana significó para los perseguidos políticos una salida segura de Chile con la que pudieran mantener sus garantías fundamentales del acecho desplegado por las autoridades golpistas al mando de la Junta Militar. Pero a la par que la misión diplomática ayudaba a los perseguidos políticos, la Junta Militar la considero un obstáculo junto a las demás embajadas que otorgaban el asilo político puesto que varias de las personas más buscadas por su cercanía a Allende lograron obtener la protección de dichas misiones (Ayala & Mazzei, 2015)”, señala Vera Mendoza.
La labor del embajador en ese momento fue duramente cuestionada por la Junta Militar, pero en la memoria de los chilenos quedó un trabajo que pocos conocieron, pero fue reconocido por más de un centenar de chilenos que salvaron su vida y otro numeroso grupo de extranjeros que salieron de ese país gracias al exilio otorgado.