Quizás no es conocido que la naturaleza es tan resiliente como los seres humanos, pero la ciénaga Los Manatíes es prueba de ello.
El humedal es víctima de un deterioro “espeluznante”. De los mangles solo queda la madera ceniza, y en el agua, la cual está teñida verde, no hay mucha vida marítima.
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Lo que en un tiempo fue el refugio de miles de especies locales y aves migratorias, hoy es el hábitat de residuos de todo tipo, que se ha convertido en un cementerio ecológico.
Aún así, quizás por optimista o por costumbre, Damián Quiroz pesca todos los días en este ecosistema, principalmente porque en este humedal debilitado de Sabanilla, a pesar de todo, aún se conserva vida.
Por supuesto es una lucha conseguir peces, pero lo logra. Sagradamente se levanta a las 5:00 a. m. y se alista para su faena. Con atarraya en mano se traslada por todo el ancho y largo del lagunar a través de una pequeña balsa, utilizando un palo como remo.
Aunque pasan las interminables horas, tan solo ha conseguido un par de róbalos. Ahí es cuando la miseria de la ciénaga lo alcanza.
“Nosotros conocíamos esta ciénaga como los pozos ‘Los Barriales’. Pero ya aquí no ha quedado nada, porque se lo ha llevado el mar. Antes habían muchos pescados: lebranche, mojarra, chivo y róbalo. Actualmente, lo que ha quedado es poco”, recordó Damián, quien lleva 50 años en la práctica y vive en el corregimiento de La Playa.
Aún evoca las diferentes tonalidades de verde de las hojas de los mangles y lo difícil que era divisar un rayo de sol, así como las sombras y las ráfagas de frescura que le otorgó por muchos años el entorno.
Por su lado, el ciudadano Héctor Ramos recordó que los mangles eran tan coposos que no se alcanzaba ver el mar.
“Este era un lugar en donde usted podía guindar una hamaca y tirarse a dormir, porque era demasiado fresco el aire que se respiraba. Pero, ahora mismo, aquí uno no puede ni respirar ni nada, porque todo está contaminado. Hace unos diez años esta ciénaga era lo más hermoso que había”, manifestó el hombre de 49 años de edad.
Impactado por el tajamar
La historia de la ciénaga Los Manatíes comprende unos 200 años, según el biólogo de la Universidad Simón Bolívar, Hernando Sánchez. El experto explicó que todo se remonta a la formación del delta del Atlántico. Esta zona de tierras bajas —que se construye naturalmente en las desembocaduras— empezó a erigirse hace 300 años, y con esta llegó el origen de la red de ciénagas, las cuales están conglomeradas en un solo sistema llamado ciénagas de Mallorquín.
A medida que se fue extendiendo, se conformaron otros humedales, tales como la ciénaga de Los Manatíes y la península de Isla Verde, la cual se encargaba de proteger a Puerto Colombia.
“Ese era, digamos, el esquema ambiental de finales del siglo XIX. En esa época se formó un bosque de manglar muy denso. Allí predominaban tres tipos de mangle: el rojo, el salado y el negro”, explicó el docente.
Relató que estos bosques eran alimentados por caños que provenían del río Magdalena, tales como el caño de La Piña, el cual impactaba este cuerpo de agua y se encargaba de suministrarle el agua dulce que se mezclaba con el agua salada del mar.
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Pero esas dinámicas se transformaron en 1930, cuando terminaron de construirse los tajamares de Bocas de Ceniza. Desde entonces, –según el investigador– cambió el sistema sedimentario, se destruyó la Isla Verde y empezó a debilitarse el intercambio de agua en la ciénaga Los Manatíes.
Interrupción de agua dulce
Ayari Rojano, subdirectora de Cambio Climático y Gestión del Riesgo de la Corporación Autónoma Regional del Atlántico (CRA), aseguró que la ciénaga de los Manatíes y la ciénaga de Mallorquín son lagunas costeras de baja profundidad que se caracterizan por ser alimentadas por agua salada del mar y agua dulce proveniente de arroyos.
Rojano aseveró que las actividades urbanísticas que se desarrollan en la zona costera entre Punta Roca y Mallorquín afectan el equilibrio del manglar, y que los box culverts (es decir, los alcantarillados cerrados) existentes sobre la vía Punta Roca y La Playa no operan adecuadamente, debido a que se encuentran obstruidos por exceso de vegetación y escombros.
Asimismo, se encontró que la línea de costa ha retrocedido por efectos de la erosión costera en esta zona. Lo que causó la interrupción de los flujos de agua dulce que históricamente aportaba el arroyo León hasta la ciénaga “y alteró el equilibrio hídrico requerido para el hábitat de los mangles”.
No obstante, Samuel Cáceres, biólogo ambiental y director científico y cofundador de la Fundación Batis, dijo a EL HERALDO que el arroyo León no influye en el sistema hídrico de la ciénaga Los Manatíes, y que el debilitamiento de este humedal corresponde al rompimiento de una conexión con la ciénaga de Mallorquín.
“El Arroyo León desembocaba en la Ciénaga de Mallorquín. Lamentablemente, se hizo un desvío de su desembocadura, y ese cambio se realizó sin ningún estudio de impacto ambiental, como lo exige la ley. Eso debía desembocar en un plan de manejo ambiental, pero casi que arbitrariamente se redireccionó la desembocadura hacia el mar, lo que rompió el flujo natural”, explicó el investigador.
Un deterioro innegable
Esta casa editorial pudo tener acceso a un análisis multitemporal de la ciénaga de Los Manatíes entre el año 2016 y 2025 de la CRA, en donde se evidenció –en la imagen correspondiente al año 2016– una amplia extensión de vegetación densa y saludable alrededor del terreno. Asimismo, una buena profundidad en el agua y una mayor carga de materia orgánica asociada al bosque de mangle de la ciénaga, así como una ocupación urbana moderada del territorio.
Sin embargo, en la imagen del 2025 se empiezan a notar cambios notables, tales como la disminución drástica del bosque de mangle y una coloración más clara del cuerpo hídrico asociada al agua marina –es decir, tiene más agua salada que dulce–.
En esta misma línea, también se observaron más áreas vinculadas al desarrollo urbano y a superficies sin cobertura vegetal, lo que sugirió una expansión antrópica.
Aún hay esperanza
De acuerdo con el biólogo Cáceres, se podría afirmar que la ciénaga está muerta, sin embargo, indicó que la naturaleza y los ecosistemas tienen una gran resiliencia que, en caso de que las autoridades tomen acciones contundentes y bien planificadas, podrían revertirse muchos de estos daños.
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Puso de presente que, en caso de que en estos momentos iniciaran los esfuerzos por recuperarla, tardaría al menos unos 10 años en verse las primeras mejorías en el ecosistema.
Y el profesor Sánchez aseveró que los que deben responder por este entorno son los municipios y que, al menos, deberían empezar con un estudio de hidrología para entender cómo cambió el flujo de agua en el sitio.
Ciénagas: barreras contra tormentas y centinelas del cambio climático
De acuerdo con los expertos, el departamento del Atlántico está perdiendo un ecosistema clave, ya que los ecosistemas de manglar actúan como protectores del cambio climático, puesto que puede absorber hasta 10 veces más carbono que los ecosistemas terrestres.
Además, funcionan como barreras naturales que protegen de tormentas, tsunamis y huracanes, así como son conocidos como la sala cuna del mar, al albergar cerca del 80 % de la pesca comercial costera mundial, beneficiando así a las comunidades de pescadores.
Finalmente, sirven como refugio para aves migratorias provenientes de distintos países, que encuentran allí alimento y protección. Asimismo, purifican el agua, poseen propiedades medicinales y aportan grandes beneficios económicos.