Por primera vez en setenta años de historia, el Instituto Nacional para Sordos (Insor) está bajo la dirección de una persona sorda. Se trata de Geovani Meléndres, profesor en Lingüística con maestría en Educación, quien desde 2022 asumió este cargo con el objetivo de transformar los modelos de inclusión en Colombia y garantizar que la comunidad sorda tenga voz y liderazgo en la gestión pública.
“La idea aquí es, a través de estrategias en reglamentos con diferentes entidades del territorio, poder abarcar los temas en distintos niveles, desde la educación hasta el plan laboral”, explicó Meléndres durante su visita a Barranquilla, donde adelantó una agenda con el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano, y la Alcaldía Distrital para gestionar programas dirigidos a la población sorda.
La capital del Atlántico fue escenario de un encuentro con la comunidad sorda de la región, en el que el director del Insor socializó las acciones adelantadas por la entidad y escuchó de primera mano las necesidades locales. Allí, se destacó la importancia de fortalecer la educación bilingüe y bicultural, clave para que estudiantes sordos puedan desarrollarse plenamente en el sistema educativo.
Uno de los hitos de la agenda fue el Encuentro Regional del Caribe, en el que participaron representantes de ocho ciudades. El evento reunió a modelos lingüísticos, docentes bilingües, profesores de apoyo, coordinadores y demás actores de la comunidad educativa, con el propósito de cualificar su labor y dotarlos de herramientas para atender las necesidades específicas de los estudiantes sordos.
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“Aquí en Barranquilla ya había avances en temas de educación, con una secretaría comprometida y con programas que empiezan a materializarse en colegios como el Salvador Suárez Suárez (barrio Los Pinos), donde actualmente estudian cerca de 100 estudiantes sordos. Eso lo convierte en un espacio pertinente para mostrar cómo puede funcionar la oferta bilingüe y cultural”, explicó Meléndres.
Uno de los grandes retos, según el director, es la falta de identificación clara de la población sorda. Mientras la Encuesta de Calidad de Vida señala que en el Atlántico hay unas 16.000 personas sordas, el sistema educativo apenas tiene registrados 400 estudiantes en distintos niveles, y en transición solo aparecen cuatro menores.
“Esa disparidad es enorme y afecta los procesos. Por eso proponemos mesas transicionales entre las secretarías de Salud, Educación y el ICBF, para garantizar que la atención comience desde el nacimiento y continúe hasta la escuela”.
Reconocimiento legal
El director recuerda que, hasta hace algunas décadas, la lengua de señas era castigada en el país: “Se golpeaban las manos, se amarraban las manos a la espalda, porque se pensaba que usar lengua de señas era un pecado. Hoy estamos hablando de derechos lingüísticos y de educación bilingüe”.
Esa transformación se consolidó con la Ley 324 de 1996, que reconoció la lengua de señas como idioma propio de la comunidad sorda, y luego con la Ley 982 de 2005, que amplió la oferta de accesibilidad en servicios públicos, educativos y culturales.
“Gracias a esas luchas, pasamos de ver la sordera como una condición médica que debía rehabilitarse, a reconocer una identidad cultural y lingüística. Sin embargo, todavía no todo está resuelto”.
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Empleo y accesibilidad
El empleo sigue siendo otra deuda: aunque existe una cuota legal para la vinculación laboral de personas con discapacidad, las barreras lingüísticas hacen que se prefiera contratar a personas con otras discapacidades que manejen el español, dejando de lado a quienes solo se comunican en lengua de señas.

“Eso representa una injusticia. No podemos limitar a la comunidad sorda a cargos básicos. Yo mismo soy ejemplo de que podemos liderar instituciones públicas. Todos tenemos la misma capacidad”, enfatizó Meléndres.
La accesibilidad también es un desafío. El director mencionó problemas en el acceso a la justicia, la participación política, la cultura, el deporte y hasta la información noticiosa, que en la mayoría de los casos no ofrece ajustes para la comunidad sorda.
“Por ejemplo, si uno llega a ese espacio y no se ofrece tampoco esa accesibilidad, el acceso a la información como tal, que también es valioso. Siempre se urge información de tiempo oral y pues no hay ajustes en lengua de señas. También productos audiovisuales que sean accesibles para personas solas que les puedan mirar aún esa información y en eso hay que seguir trabajando mucho”.