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En la madrugada del 30 de junio, el corazón de Nydia Quintero Turbay dejó de latir, pero su legado seguirá palpitando en cada colombiano que alguna vez recibió la mano extendida de su fundación. Tenía 93 años y falleció en la Fundación Santa Fe de Bogotá, tras permanecer internada desde el pasado 27 de junio por una afección respiratoria.

Fue la voz y el rostro de la solidaridad en Colombia durante más de medio siglo. Al frente de la Fundación Solidaridad por Colombia, que fundó en 1979 cuando su esposo, Julio César Turbay Ayala, era presidente, Nydia transformó la caridad en política social y puso a marchar un país por causas nobles mucho antes de que se popularizaran las ONG.

La noticia de su muerte desató una ola de mensajes sentidos, como el de su sobrina, la exreina y actriz Paola Turbay:

“Hoy despedimos a mi querida Tía Nydia, y con ella se va uno de los seres más nobles que ha dado esta tierra. Colombia está de luto, pero el cielo celebra la llegada de la mujer más amorosa que ha cruzado sus puertas. Buen viaje, Tía hermosa”.

Su vida estuvo marcada por la tragedia y la resiliencia. En 1991, su hija Diana Turbay, periodista y compañera de causa social, fue asesinada durante un fallido operativo de rescate mientras permanecía secuestrada por órdenes de Pablo Escobar. Desde entonces, Nydia vistió de negro en señal de luto perpetuo, pero jamás se detuvo.

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Esa misma fuerza la hizo salir a las calles al año siguiente, como cada julio, liderando la Caminata de la Solidaridad. A lo largo de los años, en esta marcha sin partidos ni divisiones, logró unir a artistas, empresarios, políticos y ciudadanos del común. En 1983 participó el grupo Menudo; en 1984, la figura fue Pelé.

En 1989, la caminata se canceló por única vez, tras el asesinato de Luis Carlos Galán. En su lugar, se celebró una emotiva misa en la Catedral Primada: ‘Plegaria por la Paz’.

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Entre los miles de beneficiarios de su labor social, Doña Nydia solía recordar con especial cariño la historia de Alirio Luna Bonilla, un hombre de Bucaramanga que necesitaba un marcapasos. Durante una de las caminatas, Alirio corrió junto a la carroza llamándola con insistencia. Cuando ella pidió que se detuvieran, él le entregó una medalla en forma de corazón con las palabras: “Por tu corazón vive el mío”.