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Imagen(es) de Política: En imágenes: Pueblos que quieren dejar atrás la guerra: Batata

Ernesto Sotelo de 40 años disimula algunas lágrimas, al escuchar el testimonio de su madre, Iris Sotelo, quien espera la desmovilización y el regreso a casa de su hermano.
Yulie Hernandez Torres de 32 años, fue desplazada desde tierra alta hace 15 años.
Un caballo de porcelana decora la casa de, uno de los pocos recuerdos que ha podido conservar de la época de la violencia.
Álvaro Álvarez Hernández, presidente de la Mesa de Víctimas de Córdoba, recibió amenazas directas de insurgentes, añade, porque querían convencerlo de ingresar a sus filas y él nunca aceptó.
Los únicos caballos que quedan en estas tierras son los de madera para disfrute de los niños. Las tierras para el ganado fueron arrebatadas por los grupos insurgentes.
La señora San Diego del Carmen de 56 años ha visto morir a dos de sus compañeros sentimentales a causa del conflicto.
Puesto de control policial de Batata, 35 uniformados velan por la seguridad del pueblo.
Marco Durango, hijo de la señora San Diego, espera disfrutar lo que le queda de adolescencia en un pueblo en paz.
Sobre este parque y cancha de fútbol guerrilleros de las Farc y paramilitares disputaron por separado encuentros deportivos con batatatenses, desde la década de los 80 hasta comienzos de los años 2000.
Con 3 hijos, 2 nietos y 45 años Martina Vanegas esposa de Alvaro Hernadez ha sufrido de 3 desplazamientos en su vida.
Iris Sotelo, campesina fornida que ha pasado toda su vida cosechando en esta tierra, recuerda que muchas veces los pobladores dormían en el monte para que los grupos armados no los encontraran.
Cada aventurado paga $1.000 por ser transportado de una orilla a otra, para poder llegar a Batata.Ninguno advierte de la peligrosidad de la práctica, pues lo hacen desde que tienen memoria.