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Inapetencia, caída del cabello, ansiedad, miedo, vómitos, nervios, mal estomacal fueron algunos de los síntomas que me alertaron de que algo no estaba bien en mí. No podía conciliar el sueño por sentir que me faltaba el aire y que una corriente recorría todo mi cuerpo y se centraba en mi estómago.

Las noches y los días se me hacían eternos y, aunque no quería sentirme de tal forma, se convirtió en algo incontrolable.

Lo anterior fueron solo algunas de las cosas que empecé a vivir en medio de la tensión que significa pensar que un virus acecha cada día y que podría acabar con la vida de los que más amamos, lo cual no se materializa hasta que le toca a uno.

Sumado a eso, las responsabilidades diarias que debo asumir como madre: tener que trabajar y al tiempo cuidar de mi hija de dos años; cubrir todas las deudas de manera quincenal y hasta temas de mi vida sentimental terminaron por colapsarme.

A inicios de la pandemia por la covid-19 mi familia pasó por un momento crucial. Todos, sin excepción, presentamos síntomas asociados a la enfermedad.