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Algunos lugares despiertan curiosidad; otros crean un vínculo difícil de romper. Kinto Elemento, el restaurante que ha transformado la escena culinaria de Barranquilla con su propuesta Nikkei, fusión de la cocina japonesa y peruana, pertenece al selecto grupo de aquellos que convierten cada visita en una necesidad: la de encontrarse con uno mismo a través de los sabores. Porque no se trata solo de una buena comida: es un viaje cultural, una experiencia sensorial que nace del fuego, el agua, el aire, la tierra y, sobre todo… del amor.

Esa quinta fuerza, que da nombre al restaurante y que todo lo mueve, es el hilo conductor de una experiencia que conjuga técnica, tradición y emoción. Así lo cuenta Franco Donado, chef ejecutivo de Kinto Elemento, quien ha liderado desde la cocina la evolución de este proyecto que hoy ya es referencia en la ciudad.

“Al principio no fue fácil”, reconoce. “No todo el público estaba preparado para algunos de nuestros platos más conceptuales, así que fuimos construyendo una carta equilibrada, donde conviven propuestas puristas o refinadas con otras más cercanas al paladar local. Pero siempre manteniendo la esencia”.

Esa misma esencia no se improvisa, es el resultado de un proceso riguroso de estudio e inmersión. El equipo de Kinto Elemento ha viajado a Perú, ha trabajado con referentes de la cocina Nikkei y ha reinterpretado recetas clásicas usando ingredientes de la despensa del Caribe colombiano, demostrando que identidad y técnica no tienen por qué estar reñidas.

Nuestra propuesta diferencial radica en la autenticidad del concepto: somos pioneros en traer la gastronomía Nikkei a Barranquilla desde una visión integral, que une alta cocina, producto local responsable y narrativa cultural.

Franco Donado, chef ejecutivo.

El restaurante es parte del grupo La Independiente y fue el quinto concepto en abrir dentro de ese colectivo. De ahí también su nombre, cargado de simbolismos: no solo alude al amor como ese “quinto elemento” que completa la alquimia vital, sino al umami, ese quinto sabor que para la tradición japonesa encapsula todos los demás. Y como si eso no bastara, el espacio mismo está pensado para conectarte: con quien comes, contigo mismo, con tus emociones.

“Muchas personas nos dicen que aquí se respira armonía, que se pierde la noción del tiempo”, dice Donado. “La luz, la música, la estética minimalista... todo está pensado para que el ambiente sea parte de la experiencia”.

Y en el plato, la experiencia también sorprende. Los clásicos de la casa ya tienen fanáticos: el Tuna Crab Trufado, el Tuna Taco Nori, los ceviches con leche de tigre saborizada, los raviolis de choclo con trufa y langostinos o el arroz cremoso de mariscos con parihuela. Cada uno con su propio sello, cada uno con esa mezcla precisa entre lo fresco, lo cálido, lo ácido, lo umami.

Pero nada está escrito en piedra. La carta cambia, se renueva. “No creemos en las cartas estáticas. Escuchamos a nuestros clientes, viajamos, investigamos. Siempre estamos buscando cómo hacerlo mejor, más consciente, más sostenible”, dice Franco.

La apuesta va más allá de la mesa. Kinto Elemento ofrece también catering, domicilios y planes para llevar su cocina a otros escenarios. “Queremos que la experiencia pueda vivirse también en una oficina, en una casa o en una feria. Este año queremos salir más, mostrar lo que hacemos en otras ciudades, compartir con colegas. No somos egoístas con nuestro conocimiento”.

La marca, dicen, sigue en construcción. Pero sus pilares están claros: el respeto por la tradición Nikkei, la conexión emocional con el comensal, la fusión con el Caribe y una propuesta gastronómica auténtica que no copia, sino que reinterpreta con identidad propia.

“Me gustaría que los lectores supieran que venir a Kinto no es solo una oportunidad para comer bien, sino para vivir un momento especial. Es un lugar para conectar, para ser feliz. Aquí se estimulan todos los sentidos”, concluye el chef.

Y eso es, precisamente, lo que hace que uno siempre quiera volver.