“Me interesa el cine que explora, cuestiona e incomoda”: Alejandro Landes
El director colombo-ecuatoriano estrena este jueves su película ‹Monos›, una hipnótica obra que nos interna en el juego de supervivencia que propone la selva. La cinta llega precedida de 12 premios internacionales. Entrevista.
Ocho adolescentes con las hormonas revueltas juegan en la cima de alguna montaña latinoamericana. Son como niños perdidos saltando y corriendo entre la neblina, hasta que alzan sus armas y encienden el cielo a tiros. Un grito seco estalla sobre las nubes y lo que a veces parecía un intenso entrenamiento de guerra se transforma en la guerra real. No es un juego. Muchos menos si descienden a lo más denso de la selva.
Monos, la nueva película del director colombo-ecuatoriano Alejandro Landes, está hecha de pura poesía salvaje que fluye como un río. El grupo rebelde recibe órdenes de una enigmática entidad llamada La Organización, pero desde su primera misión, la de cuidar de una vaca lechera (Shakira) y una rehén extranjera (Julianne Nicholson), los soldados recuerdan lo descontrolada que es la adolescencia. Y, pronto, advierten los desastres que traerá su infernal lucha de poderes. Spoiler: es una pesadilla tras otra.
Con la cinematografía hipnótica de Jasper Wolf, el film de supervivencia de Landes se convierte en una especie de El señor de las moscas que, de acuerdo con A.O. Scott, crítico del New York Times, «transforma el mundo natural en una alucinación», una clase de atmósfera del universo Peter Pan mezclada con Apocalypse now.
Todo el drama de Monos, cada disturbio o ritual extraño, ocurre en un contexto político, geográfico y temporal que resulta abstracto. Así, cualquier idea preconcebida sobre el conflicto en cualquier país de América Latina o del mundo, se pierde entre la neblina. Rambo (Sofía Buenaventura), Lobo (Julián Giraldo), Leidi (Karen Quintero), Sueca (Laura Castrillón), Pitufo (Deiby Rueda), Perro (Paul Cubides), Boom Boom (Sneider Castro) y Bigfoot (Moisés Arias) nos internan en una jungla cuyas reglas –a veces parece que no hay ninguna– son más familiares de lo que se quisiera.
¿Cómo se planteó usted ese universo llamado ‹Monos›?
Monos nace de las tripas. Es la búsqueda de una reacción a mi película anterior (Porfirio), donde había un protagonista único que era un hombre de más de 50 años en silla de ruedas. Acá en cambio tienes un filme coral, con cuerpos en efervescencia. Nace también de las novelas que me atraparon cuando tenía la edad de los protagonistas, como El corazón de las tinieblas o El señor de las moscas. Es que yo no había visto una película de guerra contada desde la retaguardia de un país como el nuestro, normalmente son de los poderes imperiales de Estados Unidos, Vietnam, Francia, la Unión Soviética. Qué bueno posar la mirada en un país como este y entender los conflictos que están un poco más desdibujados y fragmentados.
Es un film cargado de alegorías. ¿Qué influencias o de qué se alimenta ‹Monos›?
Monos se alimenta de muchos lugares: de una especie de cine de viaje y aventuras, así como de una ventana a la adolescencia en un momento muy extremo. Esa juventud es también protagonista de la película con una manada de jóvenes que atraviesan un periodo álgido y conflictivo. Quieren pertenecer pero también estar solos. Monos genera ese espejismo entre el conflicto externo, que es la guerra, en un lugar que no nombramos y en una época que no especificamos, lo que permite esa alegoría con el espejo de la adolescencia.
Desde el comienzo y a medida que avanza, el film se convierte en un generador constante de cuestionamientos y vacíos que no resuelve (no revela el tiempo, la ideología o el sexo de uno de los personajes), ¿por qué apostar por esto?
Porque en una sociedad tan polarizada, donde hay gran disparidad de riquezas e ideas políticas, me parece bueno que atravesemos las cosas desde la humanidad. Tú no sabes si la película sucede en el futuro, en un futuro apocalíptico o en el pasado. No sabes si es un grupo que pelea por la derecha o la izquierda, si son guerrilleros o paramilitares, si uno de los personajes es hombre o mujer. Monos no permite que tu clasifiques las cosas en una idea binaria del mundo, no hay buenos o malos. Tú ves a la víctima ser victimario y por eso no ves la vivencia como espectáculo, sino que ves los matices de grises. Muchas veces nos dejamos llevar por prejuicios y nos sentimos más cómodos poniendo etiquetas. Y si te tiro a un vacío donde no te permito clasificar las cosas, de alguna manera una fuerza te hace confrontarte con esos miedos y te dejas llevar por ese río que es la película.
Hablemos un poco de la fotografía y banda sonora de ‹Monos›. ¿Qué le interesaba que tuviese o lograse en la película?
Queríamos fotografiar el mundo físico pero hasta el punto de que pareciera mágico. Es real, pero de repente esa neblina, esa atmósfera irreal, le da un toque fantástico. No se trató de retratar la belleza ni crear postales, sino reflejar en los paisajes el interior de los personajes. En la cima de la cordillera estos personajes no dan señales de donde están parados y a medida que te internas en la selva, la puesta en escena se fragmenta, se distorsiona y pierdes tu noción de escala.
Con ‹Monos› estamos frente a un grupo de rebeldes que pese a su violencia logran una empatía muy cercana al público, ¿qué quería usted de La Organización?
La Organización surge como una manada con la cual tienes que desarrollar lazos afectivos. Es interesante cómo distintos espectadores se apegan a distintos personajes o bandos. Cuando proyectamos la película en el Museo de Arte de Nueva York, un señor se me acercó a contarme que Monos se le parecía al internado en Manhattan donde estudiaba su hija. ¿Eso que tiene que ver con el film? tal vez mucho más de lo que imaginamos.
Los Monos puede ser cualquier grupo en la selva colombiana, pero también hay todo un lenguaje universal que los hace de cualquier parte del mundo, ¿buscaba esa universalidad y cómo lograrla?
La buscábamos, claro que sí. Sobre todo con esa vertiginosidad y con los momentos más extremos de la película, los paisajes pintorescos y con esa ley de la selva que no solo se vive en la selva, sino también en cualquier parte del mundo.
Cuéntenos un poco de los retos asumidos durante el rodaje, ante situaciones extremas y con actores que no utilizaron dobles.
Desde el primer día fue un reto detrás del otro. Filmamos a 4.000 metros de altura, viajamos en helicóptero, ambulancia, kayac, mula y carro. Todo fue porque estábamos tratando de darle tamaño y escala a la película para que alimentara todo ese viaje que es Monos. Fue un reto también porque la película tenía todo tipo de efectos especiales, actores naturales, actores de Hollywood y locaciones que no se pueden controlar porque tienen el clima de la cima de una montaña.
¿Cómo describe usted el cine que le interesa hacer?
El cine que me interesa es un cine de exploración, que te cuestiona, te incomoda, te sacude. Es un cine que te hace soñar despierto, un cine que juega con el consciente y el subconsciente. Me gustan las películas en las que entiendes algunas cosas, pero otras te son indescifrables y tal vez te toma un tiempo resolverlas. Tienen ideas que te bañan y siguen en tu cabeza días después.