Por donde se le mire es un acto condenable, barbárico e infame. Atentar contra la vida de un ser humano, en este caso del presidente Iván Duque y su gabinete, no es más que el gesto de quienes evidencian que nada han aprendido de un país desangrado por el dolor de una guerra que quiso completar más de medio siglo y que hoy, más que nunca, clama por un presente sin violencia y un no rotundo al retorno de sus crudos 90.

Sean o no del agrado de los diferentes sectores, desde cada una de las instancias se debe no solo señalar y repeler, sino también reclamar justicia por cada una de las personas que se desplazaban en ese helicóptero en pro de hacer su trabajo como funcionarios públicos y cuyas familias estarían hoy contando una historia diferente de haber entrado alguna de las balas a la aeronave, situación que afortunadamente se tradujo en una nueva oportunidad para ver a salvo a sus padres, esposos e hijos.

No hay derecho a que a diario salga alguien de su casa a cumplir su deber sin saber si va a volver. Ahí no caben derechas, centros o izquierdas, solo la solidaridad y el repudio aunado por parte de la sociedad y sus esferas contra cualquier acto que sortee la vida como lotería para lograr sus comedidos.

Las mezquindades no hacen más que radicalizar y justificar un hecho que debe ser calificado por lo que es: “Un acto de terrorismo”.

Ante ello, el único contra que debemos tener es el de imponer un doble rasero a las víctimas, que aquí vienen siendo quienes están a la cabeza del país y que también merecen, como cualquier ciudadano, un gesto de indignación y resistencia hacia las acciones de sus victimarios.

Es el momento de olvidar esas diferencias para que los violentos no ganen esta batalla que llevamos dando y que indiscutiblemente no debe ser permeada por tintes o matices políticos.

La paz debe ser el norte para todos, y todo aquello que esté por fuera de ello no hace más que parte de un pasado que Colombia reprueba, y con ello el actuar del ELN y las disidencias de las Farc, que se habrían aliado en este caso, como indicó el ministro de Defensa, Diego Molano, para perpetrar el ataque indiscriminado hacia los funcionarios.

En ese mismo sentido también se deben encontrar y condenar a todos aquellos que hayan tenido que ver con los hechos, pues un acto como este no comprende solo el empuñar valientemente un fusil AK -47 y un 7-62 para disparar a diestra y siniestra, también incluye un plan detrás y unas mentes que deberán responderle al país por intentar arrastrarlo a un pasado y a un dolor del que difícilmente hubiera podido reponerse.