Torrentes de informaciones y opiniones han circulado en los últimos días sobre ‘las Aidas’. Sobre Aida Merlano, la excongresista que con su espectacular fuga el 1 de octubre dejó en un ridículo espantoso al sistema penitenciario nacional, y sobre su hija Aida Victoria, quien ha adquirido casi tanto protagonismo como su madre a raíz de su detención por orden de la Fiscalía.
En medio del vértigo informativo, y a la espera de que se sigan desencadenando los acontecimientos, hay dos asuntos que por su trascendencia requieren una reflexión algo más sosegada.
Uno de ellos se refiere a la irrupción de cierta corriente de pensamiento que pretende presentar a Aida Merlano como una víctima, como una ‘muñeca rota’ que fue utilizada por hombres despiadados y corruptos.
Este tipo de planteamientos, que asumen a la mujer como un sujeto pasivo sin capacidad de discernimiento, lo que consigue a la postre, de modo involuntario, es apuntalar el machismo que tanto daño hace a nuestras sociedades. No: Aida Merlano no es ninguna víctima. Actuó con plena conciencia de sus actos y hoy está condenada a 15 años por compra de votos.
Es posible que la propia dinámica machista la obligó, como a tantas mujeres, a recurrir a ‘armas femeninas’ para abrirse paso en la vida. Pero ese es otro tema, sin duda importante para el debate, pero que no la exonera de los delitos cometidos. Y lo que debe hacer la justicia es investigar sin dilaciones a todos los implicados en el escándalo, sean hombres o mujeres, pues estamos hablando de graves daños a la democracia.
Reflexión aparte merece el caso de su hija Aida Victoria. En particular, la forma inclemente y desproporcionada en que se produjo su detención en Barranquilla por orden de la Fiscalía, bajo el señalamiento de que habría colaborado en la fuga de su madre.
Ayer, pese a la petición de la Fiscalía de que se enviara a la joven a prisión, la juez la dejó en libertad. Y criticó duramente al fiscal por haber montado un ‘show mediático” con la detención.
Más allá del grado de participación que haya tenido Aida Victoria en la huida de su madre –eso lo determinará la justicia–, la conducta de la Fiscalía fue a todas luces excesiva, máxime cuando la joven había manifestado su disposición de responder a la justicia cuando se le requiriera y no había dado la menor señal de que pretendiera escapar.
Más allá de la irresponsabilidad de Aida Merlano de involucrar a sus hijos en su acción de fuga –estaban con ella en el consultorio odontológico de donde se evadió–, la Fiscalía no debió proceder contra Aida Victoria como si fuese una peligrosa criminal. En democracia las formas son importantes. Y los procedimientos están definidos por ley.